miércoles, 24 de abril de 2013

SIEMPRE VIGILANTES

Tenemos una ciudad fuerte. Como un muro, como un baluarte, Dios ha interpuesto su salvación. Abran las puertas, para que entre la nación justa que se mantiene fiel. Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía. Isaías 26:1-3.

Cuando el visitante está de pie frente a las murallas de la antigua Jerusalén se lleva una profunda impresión. Este monumento es testigo mudo de tantas vivencias, que sin darnos cuenta nos traslada al pasado. Vivencias de guerras, fracasos y triunfos que además conmueven, pues nos llevan por la senda sagrada que el mismo Cristo Jesús trazó con sus pies entre callejones polvorientos.
Edificadas para proteger a sus habitantes de las invasiones enemigas, las murallas de Jerusalén, con sus ocho imponentes puertas y sus más de cuarenta torres de vigilancia, fueron destruidas y reconstruidas varias veces, lo que les ha permitido resistir el paso del tiempo.
Toda la historia contenida dentro de estos imponentes muros me lleva a pensar en la vida cristiana. Nosotros los humanos también debiéramos construir una muralla con sus torres de vigías para protegernos del ataque de nuestro gran enemigo. Sobre todo porque conoce nuestros flancos más débiles y vulnerables.
Mantengamos en vigilancia constante nuestra mente, que es la ciudadela del alma, como la definió Elena G. de White. Por ella entran estímulos que constantemente debemos poner bajo el escrutinio de Dios. Su Palabra contiene una advertencia: «No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre sino del mundo» (1 Juan 2: 1.5-16).
Amiga, ejerce una estrecha vigilancia sobre los puntos vulnerables de tu personalidad. Recuerda que la mujer de Lot quedó convertida en una estatua de sal cuando, incapaz de despegarse de los deseos del mundo, miró hacia atrás. Pero me consuela saber que para mantener esta vigilancia constante, no contamos únicamente con nuestros recursos personales. La Palabra de Dios dice: «Jerusalén, sobre tus muros he puesto centinelas que nunca callarán, ni de día ni de noche. Ustedes, los que invocan al Señor, no se den descanso; ni tampoco lo dejen descansar, hasta que establezca a Jerusalén y la convierta en la alabanza de la tierra» (Isa. 62:6-7).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

No hay comentarios:

Publicar un comentario