jueves, 4 de abril de 2013

SIN PREOCUPACIONES


Aarón puso el maná ante el arca del pacto, para que fuera conservado como se lo ordenó el Señor a Moisés. Comieron los israelitas maná cuarenta años, hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán, que fue su país de residencia. Éxodo 16:34-35.

Cada mañana al levantarme podía observar a una pequeña e inquieta avecilla que revoloteaba alrededor de la ventana de mi cocina. Poseía un plumaje multicolor que la hacía doblemente hermosa; yo la conozco como colibrí, y sé que en algunos lugares la llaman «picaflor» o «chupamirto».
Era un espectáculo que alegraba mis mañanas y como no quería que se terminara nunca, por sugerencia de mi esposo fui a la tienda de mascotas y compré un comedero para aves. Lo colgué en la ventana y lo llené de agua con azúcar. Cuando mi «amiguita» se dio cuenta del banquete que estaba a su disposición disfrutó plenamente de él, y no solo eso, sino que pronto trajo consigo a otros «convidados». Cada mañana, sin faltar una sola, todos acudían al comedero, seguros de que lo encontrarían lleno de alimento. ¡Qué delicia para ellos, y qué delicia para mí!
Entonces me puse a pensar en las palabras del Señor cuando dijo: «¿No se venden cinco gorriones por dos moneditas? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos. Así mismo sucede con ustedes: aun los cabellos de su cabeza están contados. No tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones» (Luc. 12:6-7). ¡Sí! Realmente así es. Somos tan importantes para Dios que él sabe cuáles son todas nuestras necesidades y está listo para satisfacerlas. ¿Por qué, entonces, vivimos cargadas de preocupaciones? ¿Por qué nuestra confianza en él es tan poca que incluso llegamos a dudar de sus promesas?
Los pajarillos de mi ventana tienen que hacer solamente una cosa para satisfacer su necesidad de alimento: ¡Salir a buscarlo! Lo demás corre por mi cuenta. Exactamente lo mismo sucede con Dios con respecto a nosotros, sus hijos.
En este día te invito a que imites a las avecillas. Confiemos en que Dios satisfará nuestras necesidades. Nuestro deber consiste únicamente en trabajar con laboriosidad, diligencia y responsabilidad, usar nuestros recursos con sabiduría y conservar una actitud de alegría en el corazón, al reconocer que somos hijas de Dios y que el Padre celestial jamás nos abandonará.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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