jueves, 30 de mayo de 2013

LA SANGRE EN EL DINTEL

Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre. Éxodo 12:22.

Las instrucciones que Moisés dio acerca de la Pascua rebosan de significado, y se aplican a los padres y a los hijos en esta época del mundo... El padre debe dedicar cada miembro de la familia a Dios y hacer una obra representada por la cena pascual. Es peligroso dejar este solemne deber en manos ajenas. Este peligro es ilustrado bien por un incidente concerniente a una familia hebrea en la noche de la Pascua.
Dice la leyenda que la hija mayor estaba enferma, pero sabía que se habría de escoger un cordero para cada familia, y que su sangre debía rociarse sobre el dintel y los postes laterales de la puerta para que el Señor viera la marca de sangre y no permitiera que el destructor entrara para herir al primogénito. Con ansiedad vio la llegada de la noche cuando el ángel destructor había de pasar. Se puso muy inquieta. Llamó a su padre y le preguntó: "¿Marcaste el dintel con sangre?" Él le respondió: "Sí. Ya le pedí a alguien que se encargara del asunto. No te preocupes, porque el ángel destructor no entrará aquí".
Llegó la noche y vez tras vez la niña llamó a su padre para volverle a preguntar: "¿Estás seguro de que los postes están marcados con sangre?" Vez tras vez el padre le aseguró que no tenía nada que temer, que sus fieles siervos no descuidarían una orden que conllevara tales consecuencias. Al acercarse la medianoche, su voz de ruego se escuchó: "Padre, no estoy segura. Llévame en tus brazos y déjame ver la marca por mí misma, para estar tranquila".
El padre accedió a los deseos de su hija; la tomó en sus brazos y la cargó hasta la puerta; pero no había marcas de sangre sobre el dintel ni los postes. Tembló horrorizado al advertir que su casa podía convertirse en una casa de luto. Con sus propias manos tomó el hisopo y roció el dintel con sangre. Entonces le mostró a la niña enferma que la puerta había sido marcada.— Review and Herald, 21 de mayo de 1895; parcialmente en El hogar cristiano, p. 293.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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