viernes, 3 de mayo de 2013

LAS BENDICIONES DE LA BENEVOLENCIA


El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado. Proverbios 11:25.

En el plan de salvación, la sabiduría divina estableció la ley de la acción y de la reacción; de ello resulta que la obra de beneficencia, en todos sus ramos, es doblemente bendecida. El que ayuda a los menesterosos es una bendición para ellos y él mismo recibe una bendición mayor aún...
Para que el hombre no perdiese los preciosos frutos de la práctica de la beneficencia, nuestro Redentor concibió el plan de hacerle su colaborador... Por un encadenamiento de circunstancias que invitan a practicar la caridad, otorga al hombre los mejores medios para cultivar la benevolencia y observar la costumbre de dar, ya sea a los pobres o para el adelantamiento de la causa de Dios. Las apremiantes necesidades de un mundo arruinado nos obligan a emplear en su favor nuestros talentos, dinero e influencia, para hacer conocer la verdad a los hombres y mujeres que sin ella perecerían... Al dispensar a otros, los bendecimos; así es como atesoramos riquezas verdaderas...
La cruz de Cristo es un llamamiento a la generosidad de todo discípulo el Salvador. El principio que proclama es de dar, dar siempre. Su realización por medio de la benevolencia y las buenas obras es el verdadero fruto de la vida cristiana. El principio de la gente del mundo es ganar, ganar siempre; y así se imagina alcanzar la felicidad. Pero cuando este principio ha dado todos sus frutos, se ve que solo engendra la miseria y la muerte...
Cristo les asignó a los seres humanos la obra de esparcir el evangelio. Pero mientras algunos salen al campo a predicar, otros le obedecen sosteniendo su obra en la tierra por medio de sus ofrendas... Este es uno de los medios por los cuales los eleva al hombre. Es exactamente la obra que conviene a este, porque despierta en su corazón las simpatías más profundas y lo mueve a ejercitar las más altas facultades de la mente...
Dios ha establecido el sistema de la beneficencia para que el hombre pueda llegar a ser semejante a su Creador, de carácter generoso y desinteresado...
Los que creen en Cristo deben perpetuar su amor... Juntaos alrededor de la cruz del Calvario dominados por un espíritu de sacrificio personal y de completa abnegación... Al contemplar al Príncipe del cielo que muere en la cruz por vosotros, ¿podéis cerrar vuestro corazón, diciendo: "No, nada tengo para dar"?  Dios os bendecirá si hacéis lo mejor que podéis.— Review and Herald, 3 de octubre 1907; parcialmente en Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 15-18.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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