viernes, 26 de julio de 2013

EN LAS MANOS DE DIOS

Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Salmo 40:1.

Seguramente más de una vez hemos sido invitadas a poner todos nuestros problemas en las manos Dios. Es posible que muchas hayamos tenido la intención de hacerlo, pero terminamos atadas a nuestras cuitas, sin conseguir despojarnos de ellas de manera eficaz.
Cuando alguien desea poner su vida y sus problemas al cuidado de Dios, debe, como primera condición, tomar la decisión de colocar su voluntad a un lado y dejar que Dios actúe como soberano en su vida y en sus problemas.
La segunda condición consiste en aprender a vivir en el tiempo de Dios. Un tiempo que se mide en forma diferente al nuestro. Muchas veces nos apresuramos y nos adelantamos al Señor, y eso impide que se haga efectiva la solución que él tiene preparada para nosotras.
Deponer nuestras cargas significa no darle sugerencias a Dios respecto de la manera en que deseamos que él se manifieste en nuestra vida y en nuestros problemas.
Implica dejar nuestras soluciones a un lado con el fin de permitir que Dios actúe a favor nuestro. Las exigencias que tenemos, muchas veces lo que hacen es poner un freno al gran poder de Dios. Debemos aceptar que “Dios es demasiado sabio para equivocarse y demasiado bueno para negar un bien a los que andan en integridad” (El camino a Cristo, cap. 11, p. 143). ¡Confiemos en él!
Por último, nos resta ejercer una fe inquebrantable, aunque las condiciones del entorno estén en contra de nuestras expectativas. “Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibirla como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11:8).
Caminar por fe, sin ver, sin conocer los resultados finales, pero con la convicción de que serán los mejores; eso es verdaderamente dejar nuestros problemas en las manos de Dios.
Amiga, esta mañana Dios te invita a descansar de tus cargas. Dobla tus rodillas ante su majestad y, con el rostro inclinado, coloca a sus pies todas tus cargas.
“Pero tú, espera en el Señor, y vive según su voluntad, que él te exaltará para que heredes la tierra. Cuando los malvados sean destruidos, tú lo verás con tus propios ojos” (Sal. 36:34).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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