domingo, 21 de julio de 2013

LA AUTOCOMPASIÓN ES DESTRUCTIVA

Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Salmo 40:1-2

La autocompasión consiste en sentir lástima por uno o una misma, y es el resultado de una baja autoestima. La persona que se autocompadece se considera víctima de las circunstancias y del medio que la rodea. Una persona así se siente acechada y cree que todos quieren sacar provecho a su costa, y esto la hace sufrir intensamente.
La autocompasión es también una excusa para no asumir responsabilidades ni hacer compromisos. Quien la adopta se muestra ante los demás como alguien débil y sin recursos, lo que la lleva a vivir a expensas de decisiones ajenas.
John William Gardner, que ocupó varios cargos políticos importantes en los Estados Unidos, habló de la autocompasión de la siguiente manera: “Sentir lástima de uno mismo es uno de los narcóticos más destructivos. Es adictivo, da placer únicamente en el momento, y aleja a la persona de la realidad”.
El que siente compasión de sí mismo cuenta su vida por las derrotas, los errores, los traumas, y es incapaz de ver las cosas buenas que la vida le ha dado. Esta es una condición paralizadora que infunde temor.
Las desgarradoras palabras del salmista nos llevan a pensar que en su vida hubo rachas de autocompasión: “Pero yo, gusano soy y no hombre; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia. Cuantos me ven, se ríen de mí” (Sal. 21:6).
Afortunadamente él buscó y encontró en Dios la mejor terapia. No permitió que la autocompasión se convirtiera en el eje de su vida, por eso es que David más tarde pudo decir: “Te exaltaré, Señor, porque me levantaste” (Sal. 30:1).
Nosotras, como hijas de Dios, estamos expuestas a situaciones adversas en un mundo complicado. A pesar de ello, Dios desea que vivamos en plenitud, esperando la vida venidera que será eterna y sin las consecuencias de la maldad y el pecado.
Recuerda que Dios te creó para volar como las mariposas y las aves, y no para que te sientas como un vil insecto. Agradece por la vida, espera cosas buenas de este día y mírate como lo que eres, una hija de Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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