domingo, 14 de julio de 2013

UN EJEMPLO DE PERDÓN

Yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón. Génesis 50:21.

Los hijos de Jacob volvieron a su padre con la grata noticia: “José vive aún, y él es señor en toda la tierra de Egipto” (Gén. 45:26). Al principio, el anciano se sintió abrumado. No podía creer lo que oía. Pero, al ver la larga caravana de carros y animales cargados, y a Benjamín otra vez con él, se convenció y, en la plenitud de su regocijo, exclamó: “Basta; José mi hijo vive todavía: iré, y le veré antes que yo muera” (vers. 28). Quedaba otro acto de humillación para los diez hermanos. Confesaron a su padre el engaño y la crueldad que durante tantos años habían amargado la vida de él y la de ellos. Jacob no los había creído capaces de tan vil pecado, pero vio que todo había sido dirigido para bien, y perdonó y bendijo a sus descarriados hijos…
En una visión nocturna, recibió la divina Palabra: “No temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos” (Gén. 46:3, 4).
El encuentro entre José y su padre fue muy afectuoso. José saltó de su carro y corrió a dar la bienvenida a su padre; lo abrazó y lloraron el uno sobre el otro.
“Entonces Israel dijo a José: Muera yo ahora, ya que he visto tu rostro, y sé que aún vives” (Gén. 46:30)…
Los últimos años de Jacob fueron más pacíficos. Sus hijos se habían arrepentido de sus malos caminos; José le había sido devuelto; y estaba rodeado de todas las comodidades que el primer ministro de Egipto podía dispensar. Y feliz en la compañía de su hijo por tanto tiempo perdido, descendió quieta y apaciblemente al sepulcro.
Poco tiempo antes de su muerte, sus hijos se reunieron alrededor de su lecho de muerte. Ahora, mientras sus hijos esperaban su última bendición, el Espíritu de la inspiración se posó sobre él y declaró ante ellos sus vidas pasadas, y también pronunció profecías de largo alcance futuro…
Jacob había sido un padre afectuoso. No albergaba resentimientos hacia sus hijos tristes. Los había perdonado. Los amó hasta el fin. Pero Dios, por el Espíritu de la profecía, elevó la mente de Jacob por encima de sus sensaciones.
En sus últimas horas, los ángeles lo rodeaban, y el poder de Dios reposaba sobre él -Signs of the Times, 5 de febrero de 1880.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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