viernes, 23 de agosto de 2013

HABITANTE NÚMERO SIETE MIL MILLONES

Rescata a los que van rumbo a la muerte; detén a los que a tumbos avanzan al suplicio. Pues aunque digas, “Yo no lo sabía”, ¿no habrá de darse cuenta el que pesa los corazones? ¿No habrá de saberlo el que vigila tu vida? ¡Él le paga a cada uno según sus acciones! (Proverbios 24:11,12).

Oskar Schindler era un rico empresario alemán que salvó a miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Es posible que hayas visto la película sobre su vida y su obra dirigida por Steven Spielberg, La lista de Schindler. El clímax de la película surge un poco antes del final. Después de despedirse de los judíos a quienes había salvado la vida, justo antes de marcharse, le regalaron un anillo de oro como símbolo de su gratitud.
Habían obtenido el oro de la prótesis dental de uno de los trabajadores y lo fundieron para hacer un anillo que tenía grabada una frase del Talmud: “Quien salva una vida, salva al mundo entero”. Cuando se lo entregaron a Schindler este se sintió halagado, pero al mismo tiempo avergonzado. Dijo:
-Es de oro. ¡Pude haberlo vendido para salvar una vida más! Stern, pude haber hecho más, mucho más.
-Oskar -dijo Ithzak Stern-, hiciste mucho; ahora hay mil cien personas vivas, gracias a ti. Míralas.
-Yo malgasté mucho dinero, no te imaginas cuánto -se lamentó Schindler entre lágrimas-.
Mira este coche, ¿por qué lo conservé? Podría haber salvado diez personas más. Mira este botón, podría haber salvado dos personas más. Este oro, dos personas más.
Luego, llorando sin consuelo, dijo:
-Podría haber salvado una persona más. ¿Por qué no lo hice?
Esto sucederá en el fin. ¿Cuántos lamentarán haber vivido pensando solo en sí mismos?
Procura que no te pase a ti. ¿Qué tipo de persona era Oskar Schindler? Un nazi que vivía en la Alemania nazi. ¿De dónde sacó la inspiración y la fuerza para llevar a cabo una obra como aquella? Creo que del mismo depósito de donde podemos sacarlas nosotros, del corazón de amor de Dios.
¡Cuántas cosas se verán en su verdadera dimensión cuando todo termine! ¡Cuántas cosas desearemos haber vendido para predicar el evangelio y salvar una vida más! Algo que veremos cuando venga el reavivamiento que esperamos en el seno del pueblo de Dios será la piedad primitiva registrada en la Biblia: “Vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno” (Hech. 2:45). Hoy es el momento de colaborar con Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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