viernes, 23 de agosto de 2013

EL AGUA DE VIDA

Vino una mujer de Samaría a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Juan 4:7.

Al tomar sobre sí nuestra naturaleza humana, el Redentor del mundo, el Hijo de Dios… hambriento y sediento, se quedó para descansar en el pozo de Jacob, cerca de la ciudad de Sicar, mientras sus discípulos iban a comprar alimentos en la ciudad…
Sentarse junto al pozo, con el agua fría y refrescante tan cerca y a la vez tan inaccesible para él, solo sirvió para aumentar su sed. No tenía soga ni balde para sacar agua, y esperó a que alguien llegara al pozo. Él podría haber hecho un milagro y sacado agua del pozo, si hubiera querido, pero este no era el plan de Dios…
“Vino una mujer de Samaría a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber”.
La mujer respondió: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (Juan 4:7, 9). Cristo se había acercado a la mujer de Samaría y ella no lo conoció.
Ella estaba sedienta de la verdad, pero no supo que él, la Verdad, se encontraba junto a ella y listo para iluminarla. Y hoy hay almas sedientas sentadas cerca de la Fuente viva. Pero miran lejos de la fuente que contiene el agua refrescante, y aunque se les dice que el agua está cerca, no lo creen.
Jesús le respondió a la mujer: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?” (vers. 10-12). Sí, Jesús
pudo haberle contestado “Aquel que habla contigo es el Hijo unigénito de Dios; soy mayor que tu padre Jacob, porque antes que Abraham fuese, yo soy”.
Pero su respuesta fue: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (vers. 13, 14).
Cristo era tan ciertamente el agua de vida para Abel, Set, Enoc, Noé y todos los que recibieron sus instrucciones en aquel entonces, como lo es en el presente para los que le piden un sorbo refrescante -Signs of the Times, 22 de abril de 1897.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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