sábado, 24 de agosto de 2013

SACIANDO LA SED DEL ALMA

Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
Juan 4:15.

La mujer estaba tan atónita por sus palabras que colocó su cántaro sobre el pozo, y olvidando la sed del extraño y su pedido de bebida, olvidando por qué había venido al pozo, quedó absorta en su ferviente deseo de escuchar cada palabra...
Entonces Jesús cambió bruscamente el tema de la conversación, y le ordenó a la mujer que llamara a su esposo.  Ella respondió francamente: “No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad” (Juan 4:17, 18).
Según se revelaba su pasado ante ella, la mujer temblaba. Se despertó la convicción por el pecado. Dijo: “Señor, me parece que tú eres profeta” (vers. 19). Y entonces, para cambiar la conversación a otro tema, intentó conducir a Cristo a una discusión sobre sus diferencias religiosas... La convicción del Espíritu de Dios había llegado al corazón de la mujer samaritana... Ninguna enseñanza escuchada hasta ese momento había estimulado su naturaleza moral y despertado en ella la sensación de una necesidad superior.
Cristo leyó debajo de la superficie, y le reveló a la mujer de Samaria la sed su propia alma; algo que el agua del pozo de Sicar jamás podría satisfacer... La sed natural de la mujer de Samaria la había llevado a una sed del alma por el agua de vida...
Habiendo olvidado qué propósito la había traído al pozo, la mujer dejó su cántaro de agua y se fue a la ciudad, a decirles a todos los que encontraba: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (vers. 29).
Las cisternas de la tierra a menudo están vacías, sus estanques se secan; pero en Cristo hay una fuente viva de la que siempre podemos sacar... No hay peligro de agotar su contenido; porque Cristo es la fuente inagotable de la verdad.
Él ha sido la fuente de agua viva desde la caída de Adán. Él afirma: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). Y añadió: “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14) –Signs of the Times, 22 de abril de 1897.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

No hay comentarios:

Publicar un comentario