lunes, 1 de julio de 2013

LOS ÁNGELES SABÍAN CUÁL ERA EL MOMENTO EXACTO

Él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna (Salmo 91:11, 12).

Esta es una de las promesas más repetidas por los cristianos de todos los tiempos. Dios ha honrado la fe de millares de sus hijos fieles que reclamaron esta promesa. Una de esas ocasiones sucedió en uno de los incendios más pavorosos de la historia mundial de la hostelería. Ocurrió en el Hotel Winecoff de Atlanta, Georgia, el 7 de diciembre de 1946. En aquella ocasión, 119 personas perdieron la vida. Gregory Bojae fue uno de los sobrevivientes.
Era un cristiano empresario que realizaba sus transacciones como si estuviera en la presencia de Dios.
La noche del 6 de diciembre el señor Bojae llegó al Hotel Winecoff y pidió una habitación en uno de los pisos superiores para disfrutar de una buena vista panorámica. Se lo ubicó en el décimo piso. Antes de dormir analizó, como de costumbre, todas sus transacciones y actividades del día, incluyendo sus pensamientos y deseos, para ver si estaban en armonía con la voluntad divina. Luego se acostó.
El sonido de las sirenas de los camiones de bomberos lo despertó. Las llamas devoraban el hotel: varias veintenas de huéspedes, gritando, se lanzaban al vacío. En un primer momento Bojae quedó paralizado por el terror, pero luego recordó que estaba en manos de Dios. Las palabras del Salmo 91, versículos 11 y 12, lo tranquilizaron. Oró y esperó mientras se vestía. Luego se le ocurrió hacer una cuerda con sábanas, frazadas y colchas. Sabía que la cuerda no alcanzaría para llegar a la calle, pero escuchó las palabras: “Prepara la cuerda”. Ató un extremo a la cama y se preparó para bajar, pero la voz le dijo: “Todavía no”.
El humo ya penetraba en la habitación y sentía que el piso estaba caliente, pero la voz declaró:
“Espera un poco”.
De pronto oyó las palabras: “¡Ahora!” Salió en medio del humo en el preciso instante en que el cuarto estallaba en llamas. Se deslizó por la cuerda, pero aún faltaban ocho pisos para llegar a la calle. No sabía por cuánto tiempo podría sostenerse. Entonces, a su derecha, apareció un bombero que colocó una soga alrededor del cuerpo de Bojae y lo condujo a un lugar seguro. En ese instante la cuerda que había preparado se quemó.
Como nunca estamos seguros, hagamos lo que hizo Gregorio Bojae. Arreglar cuentas con Dios y con fe reclamar sus promesas antes de que las necesitemos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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