viernes, 30 de noviembre de 2012

UN DULCE PERDÓN


Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. (Jeremías 33:3).

Llegué a la universidad de Montemorelos con mi hijo de cuatro años para estudiar. Empecé a trabajar como maestra y luego en una panadería. Pasaron varios años y todavía se me dificultaba amueblar mi casa.
En cierta ocasión fui hasta la ciudad de Monterrey para adquirir a crédito una lavadora. Completé una solicitud de crédito en un almacén, donde me indicaron que la misma sería contestada en determinado número de días. Llegado el momento, y para asegurarme de que todo estaba bien, decidí llamar a la tienda antes de salir para Monterrey. Para mi sorpresa, la respuesta fue muy clara: mi solicitud no había sido aprobada. Me eché a llorar. Mi esperanza de comprar una lavadora se había esfumado.
Sin embargo, en el piso de la entrada de la casa había un sobre que alguien había metido por debajo de la puerta. Sin mucho interés lo abrí, todavía con lágrimas en los ojos, y empecé a leer. ¡Dios había contestado mi oración mucho antes de que yo hubiera solicitado el crédito!
¡La respuesta no estaba en la llamada telefónica! ¡Estaba en la carta! La carta decía: «Hermana Griselda: Dios nos ha bendecido mucho más de lo que nosotros esperábamos. Ha abierto puertas de bronce y cerrojos de hierro. Nosotros deseamos donarle algunos de nuestros muebles. Usted puede pasar a buscar una lavadora, un juego de cuarto, un juego de comedor, una estufa y una licuadora».
Ya no me importaban los muebles, porque había recibido algo mejor: una muestra del amor divino y de su tierna misericordia. Lo pude ver en aquella carta, escrita justo a tiempo con el propósito de inspirarme a una relación más íntima con el Señor, a través de la actuación de una familia agradecida y generosa. El Señor me ha dado pruebas de su infinito amor. Su suave voz me reconforta y me llena de paz. ¿Puedes tú decir lo mismo que yo? Si no es así, pon tu confianza en él y espera, porque sin duda alguna, él hará.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Griselda Uriegas Camargo

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