miércoles, 24 de febrero de 2016

NO DEJES PERDER LOS CASOS PERDIDOS

Toda delicadeza es poca para tocar una herida viva; las frases hechas no sirven de nada ante una vida deshecha. Carlos Corvera

El famoso rabino Jafetz Jaim (1838-1933) estaba de viaje por Bielo- rrusia cuando entró en una posada y vio a un joven muy mdo sentado ante un plato de pollo asado. El desconocido tomó el ave con ansiedad y se llenó con ella la boca, enjuagando el inmenso bocado con una enorme jarra de cerveza. El rabino nunca había visto a un judío comer de aquella forma, por supuesto sin haber orado antes.
El Jafetz Jaim dijo al posadero: “Cuénteme algo de ese hombre”. “¡Es un caso perdido! -dijo el posadero-. Nunca ha estudiado en su vida. Lo capturaron cuando tenía once años y sirvió en el ejército ruso durante quince. ¡Es sorprendente que aún coma kosher!*” El rabino caminó hacia el exsoldado y le tendió la mano: “He
oído que sobrevivió usted al cruel ejército del Zar. Estoy seguro de que aquellos oficiales habrán intentado convertirlo a usted o, por lo menos, hacerle comer alimentos inmundos, sin embargo, se ha mantenido firme. Deseo tener un lugar en el cielo como el que usted seguramente tiene”. El soldado levantó la vista con lágrimas en los ojos, mientras el rabino continuaba: “Estoy seguro de que si encuentra un maestro que le enseñe la Torá, ¡no habrá nadie en este mundo tan afortunado como usted!”
Desde aquel entonces, el rudo joven se convirtió en alumno del rabino, y llegó a ser un reconocido hombre de sabiduría y de bien.
Delicadeza en la reprensión; sensibilidad en la corrección; esfuerzo por ayudar a nuestros hermanos cristianos que todavía no caminan plenamente en la luz del evangelio, sin juzgar, sin condenar… así es como se lleva a la práctica el mandato del apóstol Pablo: “Convence, reprende y anima, enseñando ccm toda paciencia” (2 Tim. 4:2). Respeta el lastre que cada persona lleva a sus espaldas, y su estado de madurez.
No hemos de dar a nadie por perdido, por difícil que parezca su caso, sino acercamos a cada persona con ayuda del Espíritu Santo, teniendo “en cuenta que la paciencia con que nuestro Señor nos trata es para nuestra salvación” (2 Ped. 3:15) y ofreciendo a los demás esa misma paciencia que salva. Podemos marcar la diferencia en otras vidas, simplemente acercándonos a ellas con respeto, sin condenar, y llevando palabras de esperanza. Encontremos siempre palabras de amor para levantar a un alma caída.
Alimentos elaborados respetando los preceptos de la religión judía basados en la Torá.

“Convence, reprende y anima, enseñando con toda paciencia” (2 Tim. 4:2).
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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