sábado, 24 de septiembre de 2011

¿CUÁNTO TIEMPO ES NECESARIO ORAR?

Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré. Y él oirá mi voz. Salmo 55:17.

Como la oración es una relación de amistad con Dios, la Biblia no reglamenta mucho su forma ni su ocasión. Por esta razón no se presenta ningún mandamiento que diga: "Orarás siempre antes de consumir algún alimento"; ni tampoco: "Cada oración deberá durar no menos de cinco minutos". Así como conversas con un amigo sin que te importe el tiempo, de igual manera ocurre con Dios.
Muchas veces me han preguntado cuánto tiempo es necesario orar. Entonces respondo con el texto de este día: David tenía la convicción de que al orar y clamar tres veces por día, su oración sería oída. No es que Dios requiera que oremos tres veces solamente, pero si este salmo registra la experiencia de un héroe de la fe que recibió muchas respuestas a sus oraciones, entonces podemos intuir que a Dios le agrada que le dediquemos tiempo a la mañana, al mediodía y a la noche.
Pero aclaremos algo: en muchas ocasiones, orar tres veces diarias no es suficiente. Piensa en Jesús y su gran misión sobre la tierra. El relato evangélico nos ilustra que "en aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios" (Lúe. 6:12). Este texto tampoco es un mandamiento, pero nos ayuda a ver que a veces es necesario dedicar tiempo "extra" en la oración para que la bendición divina sea abundante.
La cantidad de tiempo que le dedicas a la oración depende de las situaciones que la vida puede presentarte. ¿Cuánto dedicarías para orar por un amigo que es drogadicto? ¿Cuántas oraciones harías para aprobar una materia difícil? ¿Qué cantidad de tiempo dedicarías para que tu padre consiga trabajo? ¿Qué tiempo te entregarías en oración por la conquista de una persona del sexo opuesto? ¿Cuántas horas pasarías de rodillas clamando por un familiar con cáncer?
Como ves, cada situación demandará de ti diferente cantidad de tiempo para orar, pero no esperes tener una necesidad extrema para orar sin prisa y sin límite de tiempo. Cada día dedícale momentos especiales a tu Padre celestial, y verás cómo el camino que transitas se colmará de bendiciones para ti y los tuyos.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

FRUTOS LIMPIOS

Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Romanos 5:19.

El enojo en sus ojos era atemorizante. Mirando fijamente al horizonte, trataba de encontrar palabras que no lo lastimasen tanto, pero no las hallaba.
-Yo... yo soy así. ¿Qué puedo hacer? ¡Es mi naturaleza, mi destino, mi suerte; y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo!
Mucha gente piensa que jamás podrá cambiar de vida, y justifica sus errores, con la idea de apagar la voz de la conciencia. ¿Tienen ellos la razón? Hoy, tal vez, te levantaste con el sabor de la derrota en tus labios; te duele la cabeza intensamente; tu cuerpo siente la resaca de ayer. Y, mirándote al espejo, te sentencias: Soy así, ¿qué puedo hacer?
La Biblia habla acerca de la naturaleza pecaminosa del ser humano. Desde que venimos al mundo, traemos la inclinación hacia el mal. El versículo de hoy menciona la desobediencia de Adán como puerta de entrada del mal a la vida de todos. El árbol de la humanidad fue contaminado en su raíz, y los frutos son malos.
La vida del ser humano es una incansable lucha en contra de la naturaleza pecaminosa. Creo que nadie, en sana conciencia, desea hacer el mal; a nadie le gusta tropezar y caer a cada rato. No le hace bien a nadie prometer y prometer, sin nunca cumplir.
El texto de hoy presenta un contraste entre Dios y el hombre: si, por un lado, el pecado atacó la raíz de la humanidad y contaminó todos los frutos, por el otro, Cristo venció el pecado, y trajo solución y cura.
Al comenzar un nuevo día de tu historia, recuerda que todos tenemos una naturaleza mala, pecaminosa, que se deleita en vivir lejos de Cristo y que prefiere vivir ajeno a la voluntad de Dios. El Señor Jesús, con el suave pañuelo de su justicia, nos limpia con cariño; nos limpia de todo y nos llama justos.
Cuando por algún motivo te sientas indigno; en las horas de mayor angustia, en los momentos de total desánimo; cuando el martilleo de la culpa te golee sin cesar, recuerda: "Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

viernes, 23 de septiembre de 2011

SEÑALES

El extiende el norte sobre el vacío, cuelga la tierra sobre la nada. (Job 26:7)

El astrónomo Nicolás Copérnico, nacido en Polonia en 1473, revolucionó la ciencia cuando afirmó que la Tierra y los demás planetas giraban alrededor del Sol, quien a su vez se mantenía estático en el centro del universo.

El mundo sideral ha sido objeto de estudio a lo largo de los siglos. En la Biblia se presenta a los sabios que fueron a adorar al recién nacido Jesús como estudiosos de las estrellas. Por supuesto, Dios sabía que lo eran, por eso les envió una estrella que los dejó perplejos. Esta señal los impulsó a buscar información sobre el Mesías y encontraron las respuestas en los rollos sagrados.

¡Qué hermosa secuencia! Dios también quiere mostrarse a ti, por lo que busca continuamente formas para que puedas verlo. Pero estoy segura de que además de los sabios hubo otras personas que divisaron la estrella, pues con toda seguridad había más gente que observaba el cielo. Sin embargo, solo ellos fueron en busca del nuevo Rey. ¿Qué pasó con los demás?

Se considera que el libro de Job es uno de los más antiguos de la Biblia. En dicho libro se menciona la redondez de la tierra (ver Job ]: 7), por lo que prácticamente desde los mismos comienzos de la historia de la humanidad se había proclamado la teoría heliocéntrica que tantos años tardó en descubrir Copérnico. Solo aquellos que estudiaron el registro bíblico pudieron darse cuenta de que la ciencia de su época estaba equivocada. Lo mismo sucedió en tiempos del nacimiento de Jesús. Únicamente los pastores que esperaban su venida recibieron la orden del ángel de ir al pesebre para contemplar a Dios hecho carne.

Actualmente Dios continúa enviando sus señales a los seres humanos de diversas maneras. Si deseas verlo en su segunda venida no te será nada difícil entenderlas, pues su mismo Espíritu te las rebelará. Los escribas y fariseos habían visto muchos milagros que atestiguaban la divinidad de Cristo, pero continuaban pidiendo señales, porque no eran capaces de ver las que tenían delante de sus propios ojos. ¿Puedes tú ver esas señales? Pide a Dios sabiduría para que disciernas aquellas que son imprescindibles para tu salvación.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor

Por Ruth Herrera

LA ORACIÓN Y LA FE

Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Marcos 11:24.

Vivimos en un tiempo de descreimiento total. No creemos en las personas ni en su palabra, no creemos en los gobiernos ni en las religiones. Y tristemente, tampoco creemos en Dios. La incredulidad y el escepticismo han impregnado todo el mundo civilizado; y vivimos presos de nuestra desconfianza. Jesús, refiriéndose a la condición del mundo antes de su regreso, preguntó: "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" (Lúe. 18:8).
Y aunque vivimos en un mundo lleno de desconfianza, necesitamos la confianza y la fe para vivir. Piensa un momento. Cuando te subes a un taxi, ¿le pides el carné de conducir al taxista? Estoy seguro que no lo haces, porque confías plenamente que el conductor es un hombre capacitado para ese trabajo. Igualmente ocurre con la corriente eléctrica. Todos creemos que en un medio conductor, cada átomo está "entregando" un electrón al próximo átomo, y de este modo se produce una corriente de electrones. Pero, ¿crees que alguien vio salir alguna vez un electrón de un átomo para depositarse en el siguiente? Simplemente creemos en la corriente eléctrica, porque sus efectos son palpables: cuando no hay corriente de electrones, no funciona la computadora ni el refrigerador ni el equipo de música.
Desde la entrada del pecado, el hombre debió ejercer fe para creer en una existencia superior. Al mirar las estrellas y la vastedad celeste, al ver la hermosura de la naturaleza, al notar la precisión del ojo humano, surge en el espíritu la convicción de que un Arquitecto diseñó todo. Y esto es fe. Creemos en un Ser superior, no porque lo hayamos visto, sino porque hay evidencias que lo confirman.
La fe es esencial para agradar a Dios (Heb. 11:6), y un requisito importantísimo para que nuestras oraciones tengan poder. Jesús lo repitió en numerosas ocasiones a lo largo de su ministerio: "Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá". En otras palabras, no dejes lugar a la duda, no te permitas desconfiar de un Padre de amor que desea lo mejor para ti. Cree, confía, ten la convicción de que Dios obrará, y tus plegarias serán escuchadas.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

CUIDADO CON LA CODICIA

Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6:10.

Los sobres se amontonaban, sobre la mesa de la cocina, como un castillo de naipes que en cualquier momento se desmoronaría. Cada sobre gritaba: "¡Pague, pague, pague!" Cintia evitaba entrar en la cocina, por miedo de oír el coro imaginario de los sobres. Pero, por más que no quisiese aceptar la realidad, las cuentas continuaban llegando, con valores cada vez más altos.
"Yo solo quería ser feliz", murmuraba, hastiada de huir de sus fantasmas: ropas caras, fiestas, restaurantes finos, viajes y más viajes. Todos sus amigos la consideraban alguien especial; una persona generosa y de buen corazón... con mucho dinero. Si el dinero en la mano es un vendaval, gastar sin tener dinero puede ser un tsunami.
Ser feliz. Ese es el constante anhelo del ser humano: buscar incansablemente la felicidad. Y, para encontrarla, no mide esfuerzos: lucha, corre, llora, se sacrifica, no come, no duerme; casi deja de vivir.
No es malo desear la felicidad; lo errado no es el objetivo sino el medio que usamos para conseguirlo. La mayoría de las veces, ese medio es la posesión de bienes materiales.
Desde que nos despertamos hasta la hora de dormir, somos bombardeados con mensajes consumistas. Las personas basan su felicidad en su capacidad de consumir: cuanto más compras, más feliz te sientes. Y eso es una rueda viva, que gira en función de un único sentimiento oculto: la codicia.
La codicia no es solo querer lo que los demás poseen, sino desear lo que no puedo tener. Cintia compró, compró y compró, queriendo tener más, y terminó con menos.
Tu felicidad no es la sumatoria de lo que tienes, sino a quién perteneces; es bueno tener, pero es mejor pertenecer. Cuando escoges pertenecer a Dios, escoges la felicidad: él te ayuda a vivir con lo que tienes y con lo que eres, y te dará mucho más de lo que un día soñaste.
Hoy, sal a la lucha de la vida procurando primeramente pertenecer a Jesús y permaneciendo en él. Cuando sientas el deseo de tener lo que no está dentro de tus posibilidades, a pesar de que te parezca bueno y agradable a los ojos, recuerda: "Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

jueves, 22 de septiembre de 2011

UN DECRETO CAMBIADO - 3ª PARTE

Acercándose al foso, llamó a gritos a Daniel con vos triste, y le dijo: Daniel, siervo de de Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tu continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones. (Daniel 6: 20).

Se cuenta que en la Segunda Guerra Mundial un cristiano fiel fue sentenciado a muerte. Mientras esperaba la ejecución en una oscura celda, sus rodillas permanecían dobladas y su corazón en perfecta comunión con el cielo. Sabía que enfrentaría la muerte, pero también confiaba en que sus pecados habían sido perdonados. No sentía temor, por lo que ni la potente voz de aquel soldado ni el chirriar de las rejas pudo alterar su paz. Todavía de rodillas volvió a escuchar la orden de incorporarse. El soldado se mofó de su te diciendo que ningún Dios podría librarlo de la muerte, y lo condujo hasta el lugar de la ejecución.
¿Qué paz puede haber en un momento corno ese? La paz de Cristo es la única que puede mantenerle de rodillas cuando todos a tu alrededor corren, gritan y se desesperan. Allí estaba un siervo del Dios Altísimo que no conocía el desenlace final de su historia en esta tierra, pero que podía vislumbrar su presencia en las calles de la Nueva Jerusalén. En aquel momento. Dios obró. La espada se quebró y cayó al suelo. Nadie podía entender lo ocurrido, ni siquiera él mismo, pero Dios estaba dando otra oportunidad a todos. Inmediatamente fue llevado ante el superior quien, impresionado, le comunicó que estaba libre, según la ley que ordenaba liberar a todo sentenciado que no pudiera ser ejecutado por la ruptura del instrumento de ejecución.
Historias como esta nos emocionan, pero Dios no desea una fe que camine con el combustible de la emoción. Lo que necesitamos es una fe que enfrente las pequeñas vicisitudes así como las grandes pruebas, una fe que se nutra del estudio diario de la Biblia, una fe que crezca de rodillas, que lance al mundo su grito de triunfo a pesar de los designios y decretos del hombre. ¿Posees esa te?
La fe te traslada al cielo mientras todavía tus pies pisan la tierra.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

RECONCILIADOS CON DIOS

Como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconcilíaos con Dios. 2 Corintios 5:20.

Si bien la oración es utilizada por los creyentes con múltiples propósitos, la necesidad humana más acuciante es la paz del corazón. El ser humano puede inventar muchos caminos para sentirse libre de la culpa después de cometer un error, pero únicamente Dios puede devolverle al hombre la paz de conciencia.
Pablo, conociendo esta necesidad y sabiendo que el ser humano no es feliz si está enemistado con su Padre, exhortó a los corintios: "Como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios". ¿Cómo podemos reconciliarnos con nuestro Padre? Las Escrituras presentan tres pasos prácticos para estar en paz con Dios.
1. Reconoce tu error. Lucas 18:13 contiene una de las grandes enseñanzas sobre cómo experimentar el perdón divino. En este texto, se nos cuenta que un recaudador de impuestos conocido en la sociedad judía como pecador, entró al templo y "estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador". Si de verdad deseamos estar en paz con Dios, es necesario reaccionar como el recaudador de impuestos: Reconocer el pecado.
2. Arrepiéntete de todo corazón. El apóstol Pedro amonestó a toda la multitud reunida en el templo: "Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados" (Hechos 3:19). Y, ¿qué es arrepentirse? En primer lugar, es sentir dolor y tristeza por la equivocación realizada. Además, incluye un cambio radical de conducta; es decir, tomamos la firme decisión de no volver a caer en ese mismo error.
3. Confiesa tu error y pide el perdón divino. David había caído muy bajo: cometió adulterio con la esposa de un súbdito, y después homicidio cuando ordenó matarlo. Este pecado permaneció oculto por un tiempo. Pero no pudo soportar el tormento de no encontrarse en paz con Dios. Finalmente, cambió su actitud y le confesó a Dios su transgresión, y solicitó su perdón. El Salmo 51, de una manera poética, reproduce sus sentimientos: "Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones... Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve" (Sal. 51:1, 2, 3, 7).
Dios desea reconciliarse contigo. No dejes pasar el tiempo. Dedícate a la oración y busca la paz con tu Creador.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

SAL DEL ARCA

Sal del arca tú, y tu mujer, y tus hijos, y las mujeres de tus hijos contigo. Génesis 8:16.

Recuerdo la última noche en mi tierra natal. Al día siguiente, partiríamos hacia la capital, en búsqueda de nuevos horizontes. Yo debía tener trece años: era un adolescente, con ganas de vivir. Miré el cielo estrellado, y noté que la noche estaba más melancólica que nunca. Me senté en la terraza, donde en otros tiempos me había sentido tan feliz. ¡No podía negar que me asustaba lo desconocido!
Hoy, entiendo que mis padres tuvieron el valor de aceptar que, en la vida, es necesario "salir del arca" si quieres vencer. El arca significa lo conocido, lo cómodo, lo seguro; aquello que no implica ningún riesgo. Si te quedas en ella, jamás verás nuevos horizontes. Dios no te creó para que envejezcas en el arca: el barco de madera es solo una medida de emergencia; es circunstancial. La orden divina es: "Sal del arca".
¿Cuál es el arca del que te aferras? Todos los días, por diferentes motivos, los seres humanos viven construyendo arcas y justificando su permanencia en ellas.
Dios es un Dios de desafíos. A Abraham le ordenó, cierto día: "Sal de tu tierra, de tu parentela, a una tierra que yo te mostraré". Y el patriarca, con 65 años de edad, no vaciló: tomó a su gente y partió.
A Pedro le dijo, una noche: "Ven". Y el discípulo abandonó sus temores, sacó el pie del barco y fue a Jesús, andando por encima del agua. Tú sabes que nadie puede andar por encima del agua; si lo haces, quiebras una ley de la naturaleza. ¿Sabes lo que Jesús te quiere decir hoy? Que, si eres capaz de verlo en medio de la oscuridad y sales del barco, podrás quebrar el presente estado de cosas.
Hay demasiada apatía, demasiada mediocridad, escondiendo los temores interiores de gente que se niega a avanzar. En el nombre de Jesucristo, haz de este un día de crecimiento. Revisa el rumbo de tu vida, analiza tus decisiones, acércate a la ventana del alma, y observa los horizontes vastos y las praderas sin fin a donde Dios desea conducirte. No te detengas: el hecho de que hasta aquí te fue bien no quiere decir que no haya maneras mejores de hacer las cosas. Atrévete a salir del arca, porque la orden divina es: "Sal del arca tú, y tu mujer, y tus hijos, y las mujeres de tus hijos contigo".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón