jueves, 22 de noviembre de 2012

¡AGRADABLE CALOR!


«Y que a ustedes, los que sufren, les dé descanso lo mismo que a nosotros. Esto será en el día en que el Señor Jesús aparezca con sus ángeles poderosos, viniendo del cielo entre llamas de fuego» (2 Tesalonicenses 1:7).

En nuestra caminata de ayer hablamos de cómo encender una fogata desde un pequeño fuego. Si continúas añadiendo pedazos de madera cada vez más grandes al fuego, pronto tendrás llamas gigantes, ¿no es así? ¿Te imaginas lo agradable que debe de ser estar cerca de esa fogata en una noche de invierno después de haber caminado varios kilómetros con frío? Te daría el calor que tu cuerpo necesita.
El versículo de hoy habla de otras llamas de fuego. Habla del fuego que acompañará la segunda venida de Jesús. ¡Qué maravilloso espectáculo será aquel! Algunas personas tendrán miedo, pero para los que conocemos a Jesús esto será un descanso. Será el final del pecado, de la tristeza y del sufrimiento. Será mucho mejor que el agradable calor de una fogata en una fría noche después de una caminata. 
Jesús quiere que esperemos ansiosos su regreso. Él no quiere que tengamos miedo porque nos ama y quiere llevarnos al cielo con él. Él está de nuestro lado. Ponte hoy de su lado y prepárate para sentir el calor del mayor fuego de todos: el de la segunda venida de Jesús.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

HERENCIA DE JEHOVÁ


Dejad a los niños venir a mi y no se lo impidáis porque de los tales es el reino de los cielos. (Mateo 19:14)

Cuanta alegría, energía y adrenalina derrochan constantemente los niños. Definitivamente nos tienen en actividad incesante a los adultos. Cuando vivíamos en Ciudad de México siempre me sorprendía ver que, en cuanto se iniciaban las vacaciones escolares, la ciudad cambiaba radicalmente. No cabe duda de que los niños son una parte importantísima de nuestras vidas y de nuestro mundo.
¿Cuánta atención les prestamos a nuestros hijos? ¿Cuánto cuidado tenemos de ellos? Esas son preguntas un poco difíciles de responder. ¿Acaso estamos dispuestas, como madres, a aprender de nuestros hijos? Hace poco me contaba una madre muy preocupada que su pequeño de once años le había preguntado: «¿Por qué los adultos hacen cosas que lastiman a los niños?».
Jesús nos pidió que no impidiéramos a los niños acudir a él. ¿Cómo podríamos impedirle a un niño que se acerque a Jesús? Una forma de impedírselo es dejar de llevarlo a la iglesia o dejar de estudiar la Biblia con él. En realidad existen muchas variantes de este mal proceder, entre ellas el maltrato físico y el psicológico. Otro impedimento podría ser el ejemplo negativo de los padres. Debido a que los primeros años de vida constituyen una base para el desarrollo del niño, es de vital importancia que nos preocupemos a diario por su formación, sus modales y sus valores.
Siempre me han impresionado las palabras de Jesús: «Si no fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos». Medito en las características de un niño reconociendo que son esenciales para el crecimiento espiritual. Una de ellas es la confianza plena en sus padres, ya que un niño no se preocupará por lo que ha de comer mañana, pues sabe que sus padres se encargarán de eso.
Nuestros hijos, en caso de que los tengamos, representan una gran bendición. Ojalá que Dios te colme de sabiduría para conducir hoy a tus niños a los pies del Señor Jesús. Y no solo eso, sino que te conceda a ti misma un carácter que pueda asemejarse al de un niño, de modo que disfrutes del reino de los cielos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Alicia Cordero de Hernández

¿AGRADAR A DIOS O A LA MULTITUD?


¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia? ¡Viviendo de acuerdo con tu palabra! Salmo 119: 9

¿Puede alguien en su sano juicio decir que para un joven es bueno consumir drogas ilícitas? Uno esperaría que la respuesta fuera un no rotundo. Pero hay quienes alegan que en esta vida nada es bueno o malo en sí mismo; que «la verdad» no está fuera sino dentro de cada ser humano.
Según esta posición, no hay nada malo en el hecho de consumir drogas si el joven que la consume así lo cree. Porque la autoridad final para juzgar un acto como correcto o incorrecto es el mismo joven.
¿Dice algo la Palabra de Dios en este sentido? Sí, dice que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (ver 1 Cor. 3:16). Por lo tanto, es malo todo lo que lo contamine, lo enferme o lo inhabilite para cumplir con sus funciones normales. Y por ser Dios quien lo dice, entonces estamos hablando aquí de principios, de verdades absolutas; es decir, de verdades válidas para todo ser humano en todo tiempo y en todo lugar.
Algo más, los principios de la Palabra de Dios son categóricos. Esto quiere decir, por ejemplo, que es bueno cuidar de nuestro cuerpo, y no puede ser otra cosa. Honrar a los padres es bueno y no puede ser otra cosa. En otras palabras, lo bueno no puede ser malo (y viceversa). Este es el principio de la antítesis: si algo es bueno, no puede ser malo.
Ahora bien, el principio de la antítesis establece que lo bueno no puede ser malo. Pero tiene una limitación: no define qué es bueno, ni qué es malo. ¿Dónde encontramos, sin temor a equivocarnos, esa distinción? Solamente en la Palabra de Dios. Cuando Dios dice que algo es bueno (o malo) puedes estar seguro de que lo es. En ese caso, estamos hablando de principios. Cuando es el ser humano que lo dice, estamos hablando de opiniones.
Hoy Dios está buscando jóvenes capaces de distinguir el bien del mal. Jóvenes con el valor necesario para hacer lo que saben que es correcto, gústele o no a quienes los rodean. Jóvenes que a la hora de decidir qué conducta seguir no pregunten: «¿Qué dice la gente?»; sino, más bien: ¿Qué dice Dios?».

Padre celestial, ayúdame a vivir para agradarte a ti y no a la multitud.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NUESTRA SEGURIDAD


«Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos» (Juan 10:9).

Jamás se nos pasaría por la cabeza vivir en una casa o en un apartamento que no tuviera una buena puerta de entrada. Imagino que, además de una o dos cerraduras, la puerta de su casa dispondrá de un cerrojo y, probablemente, una cadena. Algunas puertas pueden tener instalado un sistema de alarma. Es que todo tiene que ver con la seguridad.
¿Qué quiere decir que Jesús es como una puerta? Bueno, él es la seguridad de nuestra alma. Una buena puerta impide que pasen las cosas que podrían ponernos en peligro. Pero incluso una puerta cerrada no es segura del todo. Cada día hay ladrones que las revientan. El noventa y nueve por ciento de las veces que un ladrón entra en una casa para robar lo hace por la puerta o por una ventana. ¿Por qué? Porque por más cerraduras que tengan, la puerta y las ventanas son la parte más débil de la casa. Por lo general, los ladrones no abren un agujero en las paredes de una casa. Cuando Jesús es la puerta del corazón, lo que era la parte más débil de nuestra vida se convierte en la más fuerte y el diablo no puede forzarla.
Los ladrones no son los únicos a los que queremos impedir la entrada en casa. Si no tuviera puertas, tendríamos problemas con la lluvia, con el viento, con los insectos o con los animales. Cuando Jesús es la puerta del corazón, mantiene fuera de nuestra vida todo lo que podría debilitar nuestro crecimiento y nuestra salud espirituales, como por ejemplo: el egoísmo, la mundanalidad, la amargura, la crítica, y el orgullo. Jesús es la seguridad en la que podemos confiar.
Un grupo de botánicos fue de expedición a un lugar de difícil acceso en los Alpes con el fin de encontrar nuevas variedades de flores. Un día, uno de los científicos, mirando a través de los prismáticos, vio una bella y rara especie que crecía en el fondo de un barranco. Para llegar hasta ella, alguien tendría que descolgarse con una cuerda por el precipicio. Viendo a un joven montañés que estaba cerca, le preguntó si los ayudaría a alcanzar la flor. El joven miró, pensativo, hacia el abismo.
—Esperen —dijo—, ahora vuelvo. Y se fue corriendo. Cuando regresó, lo acompañaba un hombre mayor.
—Ahora bajaré por el acantilado y les traeré la flor porque este hombre sostendrá la cuerda, es mi padre.
Padre, por fe, te invito a ser la puerta de mi corazón. Basado en Juan 10:7-9

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

miércoles, 21 de noviembre de 2012

ARDIENDO EN EL ESPÍRITU


«No apaguen el fuego del Espíritu» (1 Tesalonicenses 5:19).

En nuestro camino por el desierto hoy vamos a hablar otra vez del fuego. El fuego era muy importante para la gente de los tiempos bíblicos. De hecho, era tan importante que mañana vamos a hablar otra vez de él. Ya hemos visto que los israelitas usaban e fuego para derretir el metal y crear objetos, así como para cocinan dar calor y alumbrarse.
Cuando un campista israelita hacía una fogata, esta comenzaba siendo pequeñita. Primero encendía pequeños trozos de madera, después iba incorporando ramas más grandes y finalmente terminaba echando troncos en ella, de manera que el fuego ardía durante mucho tiempo.
El Espíritu Santo está tratando de encender ese «fuego» en ti. Él comienza con cosas pequeñas, como ayudarte a entender su amor por ti. A medida que creces y comienzas a conocer mejor a Dios, el Espíritu Santo te va enseñando más y más hasta que tu fuego por él brille enérgicamente y permanezca en ti. El versículo de hoy nos dice que no debemos apagar el fuego del Espíritu. No apagues tu fuego por Jesús escogiendo el pecado. No dejes que Satanás te engañe haciéndote creer que su camino es mejor que el de Dios. Deja que el fuego del Espíritu se mantenga hasta que Jesús regrese por ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DIOS CUIDA DE TI


Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. (Salmos 91:11)

Salía de la universidad y me dirigía a casa. Aún no había oscurecido, así que decidí caminar, ya que no vivía tan lejos. A la mitad del camino observé que tres jóvenes altos y robustos venían hacia mí. Al verlos pensé en cruzar la calle, pero no me dieron tiempo a hacerlo. Uno se puso detrás de mí y los otros dos al frente. Era un asalto. Me tomaron con fuerza de las manos, para despojarme de alguna joya. Al percatarme de lo que estaba sucediendo empecé a gritar, ya que estaba muy asustada. Uno de ellos me agarró por el cabello y me tiró al suelo. Fue entonces cuando empecé a orar y a pedir la ayuda de Dios.
En cuestión de segundos los vecinos de una casa cercana abrieron la puerta. Al darse cuenta, los maleantes me arrebataron la cartera y salieron huyendo. Los dueños de la casa me ayudaron a entrar y me ofrecieron agua. Fueron como ángeles que me fortalecieron en mi desesperación. Me permitieron hacer una llamada a mi casa para que vinieran a buscarme. Pero la historia no termina ahí, porque minutos más tarde los malhechores rondaban la cuadra a bordo de un vehículo, quizá esperando encontrarme, quién sabe con qué intenciones. Hoy día, cada vez que camino por las calles, invoco constantemente la promesa: «Sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos». «Si en nuestra ignorancia damos pasos equivocados, el Salvador no nos abandona. No tenemos nunca por qué sentirnos solos. Los ángeles son nuestros compañeros. El Consolador que Cristo prometió enviar en su nombre mora con nosotros. En el camino que conduce a la ciudad de Dios, no hay dificultades que no puedan vencer quienes en él confían. No hay peligros de que no puedan verse libres. No hay tristeza, ni dolor, ni flaqueza humana para la cual él no haya preparado remedio» (El ministerio de curación, p. 192).
Hoy, con toda certeza te puedo decir: ¡Dios cuidará de ti! ¡Ojalá que esta frase resuene en tu mente al dar inicio y al llevar a cabo todas tus actividades!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Fabiola Elizabeth Velásquez

¡VIDA DE VERDAD, VERDAD!


Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10

Una de las buenas historias que cuenta Tony Campolo tuvo lugar mientras enseñaba una de sus clases.
—¿Cuánto tiempo han vivido? —pregunta a sus estudiantes. 
Nadie se atreve a responder. Entonces el profesor se dirige a un estudiante en particular.
—¿Cuánto tiempo has vivido? 
—Veinticuatro años —responde el joven.
—No quiero saber cuánto tiempo has existido, sino cuánto tiempo has estado verdaderamente vivo.
La mirada perdida del joven revela que no aún no ha entendido. Entonces el profesor les cuenta la experiencia que vivió cuando, junto con sus compañeros de estudios, subió por primera vez al mirador del edificio Empire State, en Nueva York.
—Jugaba con mis compañeros de clase —les contó— cuando, de repente, me encontré mirando el imponente paisaje. Sin darme cuenta, olvidé lo que estaba haciendo, admirado por la majestuosidad de la vista que estaba ante mis ojos. La inmensa ciudad, con sus torres de concreto y de vidrio por doquier, parecía una gran maqueta de juguete. Me quedé paralizado, maravillado ante aquel espectáculo. Nunca olvidaré ese momento, porque lo viví plenamente. 
Y dicho esto, se vuelve hacia el mismo estudiante. 
—Entonces, ¿cuánto tiempo has vivido?
—Si se trata de esa clase de experiencias, diría que he vivido solo uno o dos minutos. La mayor parte de mi vida ha transcurrido sin significado, con la excepción de unos pocos momentos en los que he estado verdaderamente vivo (Carpe Diem. Seize the Doy [Carpe Diem: Aprovecha al máximo el día], pp. 13-15).
Y tú, ¿has experimentado momentos en los que te sentiste verdaderamente vivo? Momentos en los que disfrutaste plenamente al lado de la gente que amas; al contemplar las maravillas de la creación de Dios; al practicar tu deporte preferido; al hacer una buena obra a favor de alguien necesitado; al besar al ser que más quieres... ¿Captas la idea? En este mundo hay gente que solo se preocupa por existir. Pero, alabado sea Dios, ¡Cristo vino para darnos vida de la mejor calidad! Vida verdadera, abundante, plena.
Hoy tienes la oportunidad de vivir plenamente. Mira a tu alrededor. Todavía hay mucha belleza. Todavía hay gente maravillosa. Y hay muchas cosas buenas de las que puedes disfrutar sana y plenamente.
Y cuando al final de este día te acuestes para descansar, no olvides dar gracias a tu Padre Celestial.

¡Gracias, Dios, por la vida abundante que Cristo vino a darnos!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SU PASTOR


«Como pastor apacentará su rebaño. En su brazo llevará los corderos, junto a su pecho los llevará; y pastoreará con ternura a las reden paridas» (Isaías 40:11).

¿Qué hace un buen pastor? Un buen pastor conduce sus ovejas donde la hierba es verde y fresca. Allí donde hay pastos, verdes también hay seguridad y constituyen un lugar agradable y fresco para echarse a descansar. Los pastizales verdes también son alimento para las ovejas. Pero lo primero que tiene que hacer el pastor es arrancar las hierbas venenosas o urticantes. Asimismo, con la vara golpea la hierba para ahuyentar a las serpientes. «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento» (Sal. 23:4).
Un buen pastor se asegura de que sus ovejas comen bien todos los días. Si no ha encontrado suficiente pasto verde para comer en los pastizales, por la tarde, cuando regresan al redil, les da de comer heno. Procura que las ovejas coman primero, incluso antes que él mismo. «Aderezas mesa delante de mí, en presencia de mis angustiadores» (Sal. 23:5).
Las ovejas no beben de aguas turbulentas. Por tanto, un buen pastor conduce a sus ovejas hacia aguas tranquilas, donde pueden beber sin temor a morir ahogadas. «Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma» (Sal. 23:2,3).
Por la noche, cuando regresan al redil, un buen pastor examina cada oveja con cuidado y vierte aceite en sus llagas. Por la mañana frota sus rostros con hierbas y ungüentos para que no las piquen los insectos. «Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando» (Sal. 23:5).
Un buen pastor jamás abandona a las ovejas a su suerte. «Pero el asalariado, que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye porque es asalariado y no le importan las ovejas» (Juan 10:12,13). Sin embargo, Jesús dice: «No te desampararé ni te dejaré» (Heb. 13:5).
¿Qué hace un buen pastor? «Yo soy el Buen Pastor; el Buen Pastor da su vida por las ovejas» (Juan 10:11). Basado en Juan 10:6-18.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill