lunes, 15 de junio de 2009

BENDITA ESPERANZA


Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir (Apocalipsis 21:4).

Era un 15 de junio cuando sonó el teléfono. Una amiga llamaba para darme una terrible noticia: Paty acababa de sufrir un accidente y estaba en estado de coma. ¡No lo podía creer! ¡Apenas había hablado con ella hacía pocos días! Con desesperación comencé a telefonear a amigos y conocidos, les pedí que elevaran oraciones intercesoras a favor de ella, confiaba en que un milagro era posible. Pero al día siguiente me informaron que Paty había fallecido. Es difícil describir el dolor y la tristeza que sentí. Posiblemente más de una de ustedes ha experimentado la pérdida de un ser querido. Todavía recuerdo ese fin de semana triste y sombrío. Tenía una lucha interna entre si debía o no viajar los 150 kilómetros hasta donde estaría el cuerpo de mi amiga. Deseaba simplemente recordarla como en nuestra última conversación, pero mi corazón requería de este último encuentro doloroso pero necesario. Tomé el autobús ese sábado después de haber asistido al culto, no deseaba llegar a mi destino porque me sentía frágil y demasiado sensible para enfrentarlo. Finalmente llegué y desde el momento en que entré a la funeraria, lloré sin importarme las miradas de los allí presentes. Me acerqué al féretro y, contrario a lo que temía fuera mi reacción, por fin recibí consuelo. Sentí la mano de su madre que me abrazaba, y con dulzura me dijo: «Querida, tu amiga solo duerme». Quiero ahora imaginar cómo será nuestro próximo encuentro, en el cielo, en donde el Señor quitará toda lágrima de nuestros ojos y todo será hecho nuevo y no habrá más llanto ni dolor, ni clamor. Bendita esperanza la que nos permite mirar hacia delante, que consuela nuestros corazones y nos da la seguridad de que Dios tiene algo mucho mejor para nosotros.

Rosario Castro de Hernández
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

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