viernes, 26 de junio de 2009

LA VOZ QUE QUIERO SEGUIR

Los rectos lo verán y se alegrarán, pero todos los impíos serán acallados (Salmo 107: 42).

Algunas veces me pregunto qué diferencia hay si salgo de mi cómodo lugar, contra la corriente, a realizar lo que Dios me pide. Tener la fe del apóstol Pedro para pararme sobre las aguas, con la vista hacia Jesús. Es fácil hacerlo cuando hay una pequeña brisa, pero cuando hay tempestad y olas que me gritan que no lo podré hacer y se burlan de mis débiles intentos es más difícil de lo que alguna vez imaginé. ¡Cuán a menudo experimentamos nosotros lo que experimentaron los discípulos! Entonces la voz y la luz de la verdad me hablan y me recuerda que estará conmigo la misma luz que le dio fe a Abraham, la fuerza en la honda de David dándole victorias en medio de las batallas más temibles. También recuerdo que se puede cantar en una cárcel, como Pablo y Silas, que la enfermedad ter­mina y que la muerte es derrotada si tengo fe. Pero hay otras voces que se burlan, se ríen y me dicen que esta vez tampoco lo lograré. Las que me critican disfrazadas de religión y tradición, también aquellas que me desprecian. También se oyen las voces que pretenden desanimarme, traen a mi memoria todas las veces que he fallado. Pero de todas las voces que me hablan quiero escoger creer y seguir la voz de Jesús, que estuvo en la hora más obscura de la humanidad, que es fuerte, Dios único y Todopoderoso, que fue es y será, que dio su vida para que la muerte no fuera eterna para mí. Que me dice: «¡Confía, no tengas miedo!»

Miriam Alejandra Escobedo
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

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