viernes, 12 de junio de 2009

NUESTRA ÚNICA AYUDA

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia. Por eso no tendremos miedo. Salmo 46:1,2
Durante la segunda guerra mundial, se encontró un soldado enemigo muerto en la batalla. Cuando alguien buscó su identificación, se hizo evidente que era muy supersticioso. De su cuello colgaba un Buda de oro. En cada mano llevaba tres anillos de la suerte. De la cinta del casco pendían 22 billetes de la buena suerte. Pegado a la pierna izquierda llevaba un encantamiento contra las mordeduras de serpiente y la malaria. Finalmente, en los bolsillos del uniforme llevaba catorce pedazos de seda con palabras mágicas que tenían que protegerlo de las balas enemigas.
El soldado había pensado que había protegido todas las bases, pero las balas dieron igual en el blanco. Tenía un sentimiento de falsa seguridad.
Después de que el pueblo de Dios anduviera por el desierto, se estableció en Canaán tal y como Dios había prometido. Pero en lugar de confiar en él a la hora de cubrir todas sus necesidades, empezó a seguir el ejemplo de las naciones idólatras que lo rodeaban.
Los cananeos creían en muchos dioses. Ningún dios era suficientemente poderoso para ocuparse de todo. Así que cada dios estaba asignado aún aspecto de la vida, como la fertilidad del campo o el éxito militar. También había dioses de la tierra que estaban encargados de distintos lugares.
Israel empezó siguiendo al Dios del cielo. Pero, gradualmente, empezó a añadir falsos dioses. Los israelitas no pensaban que el verdadero Dios fuese suficiente. Necesitaban un poco más de seguridad.
Por eso su lealtad hacia él desapareció y Dios se convirtió en uno más entre muchos dioses. Finalmente, Israel fue como cualquier otra nación.
La única manera de encontrar la verdadera seguridad es exponerte completamente bajo el cuidado de Dios. Si lo tienes, no necesitas nada más.
Tomado de la Matutina El Viaje increíble.

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