sábado, 8 de agosto de 2009

HAZ TU TRABAJO COMO PARA EL SEÑOR

Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. Eclesiastés 9: 10

Aquí Salomón nos comunica el secreto para cumplir bien el propósito de la existencia, el secreto de cómo hacer bien las cosas. Fíjate en la progresión que hay en este versículo: actividad, planificación y sabiduría. Sabiduría es la habilidad para ver con comprensión. Planificación es la habilidad para organizar. Actividad es la habilidad para iniciar, perseverar y alcanzar objetivos. Las personas han sido creadas por Dios para imaginar, para planear y hacer cosas. Dios creó a Adán para que gozara de la vida y cultivara el jardín del Edén. Le dio trabajo para que lo desarrollase. Salomón dice que el trabajo es una de las actividades más benditas de las que podemos disfrutar. El apóstol Pablo resalta lo expresado por Salomón de la siguiente manera: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (Col. 3:23). Independientemente del lugar donde trabajes, de la clase de trabajo que realices, la cantidad de salario que recibas o para quién trabajes, piensa que Dios te ha asignado el empleo que tienes. Por lo tanto, no prestes una atención desmedida a los hombres, Préstasela toda a Dios. Él ve no solo la forma en que empleas el tiempo, sino la actitud con la que trabajas, que es más importante. No hay persona más despreciable que la que trabaja solo cuando el amo, el patrón, el mayordomo o el supervisor la ve. El cristiano trabaja como si Dios estuviera vigilando su tiempo. Por eso el cristiano se siente comprometido a trabajar con todas sus fuerzas, a ser leal en el uso del tiempo, pues se siente responsable ante Dios y no ante los hombres. A una persona que trabaja así, la empresa, la escuela, la oficina o el tal leí la reclaman. Será bienvenida en cualquier parte la persona que trabaja «como para el Señor y no para los hombres». De paso, ¿sabes cuál es el secreto divino del éxito? ¿Sabes cuál es el secreto de los ascensos? ¿Sabes cómo llegar a ser lo que quieres ser? Haz todo lo que se te encomiende «con todas sus fuerzas», «como para el Señor y no para los hombres». Si así lo haces, serás como el hombre justo del Salmo 1:3: «Todo lo que hace pros­perará». Serás como José: «Todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano» (Gen. 39: 3). Pregúntate hoy: «¿Cómo podría yo ser el mejor empleado, para la gloria de Dios?» Ya sabes el secreto.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos

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