martes, 18 de agosto de 2009

¿QUÉ LEES?

El hacer muchos libros no tiene fin, y el mucho estudio cansa. Eclesiastés 12: 12

Me encanta ir a las ventas de garaje. Hace unos años, de camino, al aeropuerto, me detuve en una casa. La mujer que estaba en la caja me preguntó qué buscaba. Le dije que me gustan los libros. —Tengo muchos a la venta. —dijo, apuntando hacia las cuatro bolsas de la compra repletas de grandes novelas románticas. —A usted le debe de encantar la lectura —comenté. —Es lo único que hago —rio—. Leo uno al día. Quise replicar: «Eso es muy malo». Pero no lo hice. Alguien dijo: «No tengo tiempo para leer buenos libros, solo puedo leer los mejores». Hace treinta años se calculaba que la nueva información se acumulaba a razón de dos mil páginas mecanografiadas por minuto. Si alguien quisiese leer todo ese material, aunque lo hiciese durante veinticuatro horas al día y cincuenta años, llevaría un retraso de un millón y medio de años. Eso era en los años setenta del siglo pasado, antes que apareciesen las modernas computadoras. ¡Piensa en cuánta información se genera hoy en día! Se cree que el total del conocimiento impreso se dobla cada ocho años y que en los últimos treinta años se ha producido más información nueva que en los anteriores cinco mil. Con tanta información esparcida por ahí, tienes que tener mucho cuidado con lo que eliges. Cuando tomes un libro o una revista, pregúntate si leerlo te moverá a ser una persona mejor. ¿Te enseñará una habilidad útil? ¿Marcará una diferencia positiva en la vida? O, ¿solo es entretenimiento? O, peor aún, ¿es algo que podría interferir tu amistad con Dios? Cuando te tomes tiempo para leer, no lo hagas por nada que no sea lo mejor.

Tomado de la Matutina El viaje Increible.

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