viernes, 11 de septiembre de 2009

UNOS CIMIENTOS FUERTES

Felices los que practican la justicia y hacen siempre lo que es justo. Salmo 106: 3

Mis alumnos acababan de dejar el gimnasio después de la clase de Educación Física. Cuando pasamos junto a la biblioteca, me di cuenta de que Tom, mi esposo, y sus alumnos de 9° y 10° se habían reunido alrededor del televisor. —Ha habido un accidente. Un avión acaba de estrellarse contra una de las Torres Gemelas de Nueva York —dijo alguien. Mis alumnos y yo nos sentamos en el suelo justo a tiempo de ver un segundo avión que golpeaba la otra torre. Luego vimos, incrédulos, que las torres se desintegraban ante nuestros ojos. Siete años de construcción se echaron a perder en una hora y media. La reputación puede venirse abajo aún en menos tiempo. Tu reputación es el juicio general que hace la gente sobre el tipo de persona que eres y cómo se puede esperar que actúes en condiciones determinadas. Construir una reputación positiva cuesta mucho esfuerzo y es muy duro. Pero basta un acto equivocado para que quede arruinada para siempre. Un empleado de banca ya podría trabajar durante veinte años manejando dinero con total honradez, que bastaría con que lo descubriesen robando un paquete de monedas de veinticinco centavos para que su reputación quedara destruida para siempre. Las casi cuarenta mil horas de servicio fiel que habría prestado quedarían olvidadas. La gente solo lo recordaría como un ladrón. Mi madre siempre estaba muy preocupada por lo que pensasen nuestros vecinos, Cuando era adolescente, no pensaba que su opinión contase tanto. Pero ahora me doy cuenta de que mis actos influyen en la opinión que la gente se ha formado de mí, e incluso de mi familia, mi iglesia y hasta mi Dios. Una de las mejores maneras de construir una buena reputación es hacerlo todo de manera que honre a Dios. De ese modo nunca tendremos que vivir con reproches. Ade­más, nuestro carácter será indestructible.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

No hay comentarios:

Publicar un comentario