lunes, 21 de septiembre de 2009

Y LOS MUROS CAERÁN

Y cuando toquen prolongadamente el cuerno del carnero, así que oigas el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo cada uno derecho hacia delante. Josué 6:5.

Tomar la ciudad de Jericó no era nada fácil. Era una verdadera fortaleza, inexpugnable. La tarea que se le encomendó a Josué era gigantesca, imposible de lograr humanamente. El mensaje que los ojos de Josué le daban era: «No podrás». Especialmente las enormes murallas parecían decirle: «No pasarás». Pero la mente de Josué no se centraba en los obstáculos. Nunca pensó en imposibilidades, porque en sus oídos resonaba la promesa divina: «Yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey» (Jos. 6: 2). Josué creyó firmemente la palabra de Dios, Jericó cayó desde el momento en que Dios hizo la promesa. La marcha de siete días y todo el movimiento del pueblo era un simple trámite. Las promesas de Dios son hechos. Su palabra intencional es poderosa: «Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió» (Sal. 33: 9). Cuando él dice algo, lo dicho queda hecho en el instante en que resuena su voz. Eso fue cuanto hizo Josué: creer a Dios, no mirar los obstáculos; creer a Dios, no considerar las imposibilidades; creer a Dios, no a la lógica humana; creer en el poder de Dios, no en el poder del rey de Jericó. Dios dijo que las murallas caerían, que el pueblo subiría y tomaría Jericó; eso bastó para Josué. No pensó en cuan altas, cuan sólidas y cuan gruesas fueran las murallas. Dios ya le había entregado a Jericó y a su rey; y Josué fue a tomar lo que Dios le había dado. Con razón dice el Nuevo Testamento: «Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días» (Heb. 11: 30). Las altas murallas de Jericó fueron incapaces de hacer frente al Omnipotente. Eso resultó obvio para los israelitas. No hubo estrategia, no se usó la tecnología, no hubo una sola arma. Fue solamente por la fe. Cuando sonó la trompeta, los muros se desplomaron: «Por fe cayeron los muros de Jericó». La lección es permanente. La lección es para ti: Los obstáculos no se vencen con la fuerza, sino con el poder de Dios. Dios tiene mil soluciones para una sola de tus dificultades. Tal vez no sea exactamente la solución que esperas, pero es precisamente la que necesitas. Pon delante del Señor todas esas murallas y él las derribará. Entrégale todos esos obstáculos, y él los allanará.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

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