miércoles, 7 de octubre de 2009

ESCUCHA, LA VIRTUD MÁS GRANDE

Y dijo Eli a Samuel: «Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: "Habla, Jehová, porque tu siervo oye"». Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. 1 Samuel 3: 9
Una de las virtudes más importantes del cristiano es el don de escuchar. Nuestra misma adoración solo es completa y reverente si Dios nos habla a cada uno de nosotros y nosotros escuchamos su voz. Por eso en muchos pasajes bíblicos se habla de la importancia de oír bien. El mismo Señor Jesús terminaba muchas de sus parábolas con esta importante expresión: «El que tiene oído para oír oiga». Oír bien implica la habilidad para reconocer la voz del Espíritu Santo y para responder a ella. Oír la voz de Dios se considera como el nivel más alto de espiritualidad que podemos alcanzar. Hay dos razones por las cuales Dios tiene mucha dificultad para comunicarse con nosotros, es decir, para hacerse oír. La primera es nuestra incapacidad para comprender y obedecer sus consejos. Muchas veces creemos que Dios se ha olvidado de nosotros, pero lo cierto es que no hay momento en el cual Dios haya dejado de hablar, Lo que ocurre es que nosotros no hemos escuchado la enorme cantidad de veces que Dios ha procurado comunicarse con nosotros. La segunda razón por la cual Dios tiene dificultades para comunicase con nosotros es que hay pecado en nuestra vida. Es la consecuencia de no caminar como hijos de luz. Consideremos objetivamente estas preguntas: ¿Qué concepto tienen los demás de nosotros? ¿Qué testimonio damos cada día? Al observar nuestra vida y comportamiento, ¿podrían los demás creernos si les dijéramos que Dios nos ha hablado? Por desgracia, muchas veces nos apartamos del camino de la luz y, en esas circunstancias, Dios no puede hablarnos; nosotros no podemos escuchar su voz, y los demás no pueden creer que Dios nos haya hablado. Pregúntemonos, por ejemplo: ¿Por qué habló Dios a Samuel y no a Eli? ¿Habrá una lección para nosotros aquí? Samuel era un niño; Eli era el sumo sacerdote. La lección es el carácter. El precio por escuchar la voz de Dios es alto, porque demanda que nuestro carácter esté en armonía con el carácter de Dios. A lo largo de la historia, el Señor ha escogido a hombres y mujeres a quienes ha concedido el privilegio de escuchar su voz. Dios anhela hoy que sus hijos caminen de acuerdo a su voluntad. Dios busca adoradores a quienes pueda hablarles y que puedan escuchar su voz. Medita en este texto: «Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones» (Heb. 3:15).
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

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