martes, 27 de octubre de 2009

PARA QUE SU GLORIA REGRESE

Y oyendo el pueblo esta mala noticia, vistieron luto, y ninguno se puso sus atavíos. Éxodo 33:4.

El pueblo de Dios había cometido un gran pecado. Habían hecho un becerro de oro, se habían postrado ante el ídolo, y lo habían adorado. Dios se propuso destruir al pueblo y formar con Moisés una nueva nación. Su presencia ya no estaría con ellos. La gloria de Dios ya no se manifestaría sobre su pueblo. Dios había condescendido a manifestarse a ellos. Manifestaba su presencia mediante una columna de nube durante el día y una columna de fuego durante la noche. Pero ahora Dios amenazó con abandonarlos y negarles el beneficio y la bendición de su presencia.
El texto para nuestra meditación de hoy dice que el pueblo recibió la pésima noticia de que la presencia de Dios ya no iría con ellos. Que sí, les daría la tierra prometida, pero que no los acompañaría en el camino. La leche y la miel no son nada sin la presencia del Pan de vida. El avivamiento no sirve de nada sin el Avivador. Se pueden tener todas las bendiciones del mundo, pero de nada servirán sin la presencia de Aquel que da las bendiciones.
Les daría sus bendiciones, pero no iría con ellos. ¿Está la gloria de Dios en esa casa preciosa con dos automóviles de lujo estacionados en el garaje? ¿Está la gloria de Dios en ese concurridísimo consultorio médico? ¿Está la gloria de Dios en esa profesión tan lucrativa? Las bendiciones, el éxito, las adquisiciones, de nada sirven sin la presencia del gran Proveedor.
¿Qué hacer para que la gloria de Dios regrese a su pueblo? «Entonces los hijos de Israel se despojaron de sus atavíos desde el monte Horeb» (Éxo. 33: 6). Se quitaron sus ornamentos. ¿Por qué? Es posible que los atavíos fueran el símbolo de su principal pro-blema. Habían hecho mal uso de las bendiciones de Dios. Las usaron solamente para el beneficio personal, para cumplir los antojos del corazón natural, para complacer deseos egoístas, para alimentar la vanidad natural del corazón, para satisfacer el yo. Y eso requería arrepentimiento.
¿Hay algo que necesite arrepentimiento en nuestra vida? ¿De qué necesitamos arrepentimos como iglesia, como familia o como individuos? Nunca veremos la gloria de Dios hasta que reconozcamos nuestra necesidad de arrepentimiento.
Los hijos de Israel se despojaron de sus atavíos. Y nosotros, ¿de qué necesitamos despojarnos?

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

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