martes, 10 de noviembre de 2009

LA CÁRCEL DEL MIEDO

El Señor está conmigo; no tengo miedo. ¿Qué me puede hacer el hombre? Salmo 118:6.

En la Columbia Británica, las autoridades decidieron sustituir la vieja prisión de Fort Alcan. Había estado en servicio durante centenares de años, pero se necesitaban unas instalaciones nuevas.
Cuando la nueva prisión estuvo terminada, los reclusos fueron trasladados al nuevo edificio y se los puso a trabajar en el derribo de la vieja estructura. Entonces encontraron algo que los dejó atónitos.
Los muros de la vieja prisión no estaban hechos con acero, como todos pensaban. Estaban hechos de papel y arcilla pintados para que tuvieran el aspecto del acero. Las puertas de las celdas eran de acero, así como los barrotes de cinco centímetros de las ventanas. Pero las paredes eran solo arcilla y papel. Si los prisioneros hubiesen golpeado la pared con una silla, podrían haber roto la pared. Pero el aspecto de los muros los convenció de que la fuga era imposible.
Algunas personas están prisioneras de sus miedos. Temen probar cosas nuevas porque podrían ponerse en evidencia.
Hay niños que son tímidos, tan vergonzosos, que se sientan en un rincón mientras los demás se divierten. Si pudiesen derribar el muro de su sentido del ridículo, podrían tener amigos y disfrutar muchas más de la vida.
Hay jóvenes a los que les encantaría volver a la universidad y prepararse para una nueva carrera. Pero tienen miedo de suspender y que la gente los ridiculice por ello.
Hay gente de todas las edades que querría hablar a los demás de Jesús. Pero temen el rechazo. Alguien podría hacer broma de ellos o enfurecerse. Por eso se quedan sentados y dejan pasar las oportunidades de dar testimonio.
¿Hay algo que te impida afrontar un desafío que merece la pena? No permitas que los muros de la inseguridad te tengan atrapado. Apártalos de tu camino y aprovecha la libertad.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

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