domingo, 20 de diciembre de 2009

EL SACRIFICIO DEFINITIVO

El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos. Juan 15:13.

Cuando el 30 de octubre de 1991, el avión de aprovisionamiento se estrelló en el Ártico, los pasajeros carecían totalmente de preparación. Cuatro murieron en los minutos que siguieron al accidente, pero otros catorce seguían con vida. Durante las primeras horas, los que podían localizaron a los heridos, les prestaron los primeros auxilios y buscaron en la oscuridad los elementos de supervivencia que habían quedado esparcidos por el terreno nevado en dos kilómetros a la redonda.

El piloto, el capitán John Couch, que salió ileso del accidente, había podido saltar del avión antes de que explotara. Reunió a los supervivientes en la sección de cola del avión, lo único que había quedado de la nave. Los sacos de dormir y la ropa se dividieron. El propio capitán Couch dio su pesada chaqueta a uno de los heridos.
Mientras los supervivientes se apelotonaban unos contra otros con la intención de mantenerse calientes, el capitán Couch yacía sobre la nieve, fuera de la sección de cola. Llevaba solo una chaqueta ligera y tenía las manos desnudas porque no había guantes para todos.
Pasaron 32 horas antes de que el equipo de rescate compuesto por seis hombres llegara en paracaídas y llevara a los supervivientes al hospital más cercano.
Cuando el oficial de enlace Arnie MacCauley llegó al escenario del accidente, descubrió que el capitán Couch yacía muerto en la nieve. Pero los otros trece seguían vivos. El capitán dio su vida para que los demás pudieran vivir.
Los héroes no tienen por qué ser apuestos o bellos. No tienen que salir en las portadas de las revistas. No tienen que ser deportistas profesionales ni grabar un CD superventas. Los verdaderos héroes son gente que está dispuesta a ponerse a un lado y hacer la obra de Jesús sirviendo a los demás

Tomado de la matutina El Viaje Increíble.

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