viernes, 25 de diciembre de 2009

HAY UNO QUE SÍ PUEDE

Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. Marcos 5: 4.

El relato del endemoniado presentado por Marcos 5: 1-20 retrata a un joven con el que cualquiera de nosotros podría encontrarse únicamente en la peor de las pesadillas. Se trataba de un hombre poseído por los demonios, quienes lo encaminaban a la violencia. Lo habían desfigurado, lo habían privado del uso de la razón, lo tenían desnudo, y vivía en el cementerio, con los muertos como única compañía. Su lamentable estado no difería mucho del de un animal rabioso, y era perfectamente natural que la sociedad lo rehuyera.
No había casa en Israel para una persona como él. Tampoco había hospital o asilo que lo pudiese acoger. ¿Cómo pudo desfigurarse de tal modo física y, sobre todo, moralmente ese hombre? ¿Cómo es posible que se echase a perder así la imagen de Dios en aquel habitante de Gadara? ¿Cómo llegó aquella persona a la terrible condición en que se encontraba? ¿Cómo llegó a hacer del cementerio su morada y de los cadáve¬res y los demonios sus únicos compañeros? ¿Es que en algún tiempo no fue un niño amado y mimado por sus padres, un niño que jugaba inocentemente con otros niños? Por circunstancias que desconocemos, ahora había caído en el abismo donde no hay memoria del pasado ni esperanza del futuro. Su única parte debajo del sol era la tortura del presente.
El relato dice que nadie podía con él: «Nadie le podía dominar». Ni médicos ni taumaturgos podían hacer nada con su mal. Sus antiguos vecinos lo dieron por un caso perdido. Su familia había perdido toda esperanza. Ni los hombres más fuertes del lugar eran capaces de reducir la furia incontenible del morador endemoniado del cementerio.
Quizá hemos escuchado palabras semejantes: «Su enfermedad es incurable», «Ya no hay remedio para su mal», «Ese hijo es un caso perdido», «Ese esposo jamás se convertirá». Pero el relato que nos presenta el segundo evangelista muestra una salida del túnel de la imposibilidad y nos dice que hay Uno que sí puede: Jesús. Para él no hay nada imposible. Él puede hacer todas las cosas.
Acude hoy al Señor con tu problema. Aunque no haya nada que se pueda hacer desde el punto de vista humano para solucionarlo, hay Uno que sí puede. Jesucristo, que destruyó a los demonios, puede destruir cualquier mal de tu vida.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

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