sábado, 14 de noviembre de 2009

UNA CONEXIÓN PERFECTA

Cuando me llame, le contestaré. Salmo 91:15.

Estás sentado en la iglesia. El anciano pregunta si hay alguna petición de oración. El teléfono celular de alguien empieza a sonar.
Estas haciendo cola en la tienda de comestibles. Delante tienes una señora que habla con alguien por teléfono y describe una operación reciente en los pies.
Teléfonos celulares. Pueden ser un estorbo monumental. De hecho, la gente cree que es necesario que haya una etiqueta para los celulares; una lista de cosas que se pueden hacer y otras que no cuando se usa uno de esos aparatos.
Apágalo cuando pueda molestar a los que te rodean. Cuídate de vigilar cómo hablas de otras personas en presencia de los demás. No hables mientras conduzcas.
Aunque los teléfonos celulares son un estorbo, la mayoría de personas considera que son imprescindibles. ¿Por qué?
Cuando tienes un teléfono celular nunca estas solo. Si tienes una emergencia puedes llamar al teléfono de emergencias. Si te sientes solo, puedes llamar a un amigo. Si necesitas información, puedes llamar a alguien que sepa del asunto. Lo mismo sucede con la oración. Pero, de hecho, la oración es aun mejor que el teléfono celular.
Para orar no se necesita ningún aparato. Además, nunca te dará señal de ocupado. Aunque haya miles de millones de personas en la tierra, las líneas al cielo siempre están abiertas. No hay cuotas mensuales. Orar no cuesta dinero y pueden hacerlo tanto ricos como pobres. Jamás tendrás problemas para conectarte. Siempre tendrás acceso instantáneo al cielo. La oración no interfiere en lo que los demás hacen. Puedes orar a cualquier hora, en cualquier lugar, y nadie lo sobra. Jamás tendrás que preocuparte por si entienden tus palabras. Dios, a demás de escuchar lo que dices, también conoce las intenciones del corazón.
La próxima vez que tengas una urgencia, te sientas solo, necesites información o solo quieras ponerte en contacto con un amigo, ora. Jesús espera noticias tuyas.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

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