jueves, 21 de enero de 2010

LA ROSA DE AMBROSINE

Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos (Sofonías 3:17).

Hace algunos años, una amiga anciana de la iglesia nos regaló una planta de rosas. La plantamos y la cuidamos para que creciera. Tiempo después, de una de las ramas florecieron algunos capullos. Cada rosa comenzó siendo de color rosa claro, pero el color se hacía más intenso a medida que maduraba. Muchas veces los vecinos nos felicitaban por el hermoso aroma.
Tuve la intención de enviar una nota de agradecimiento a mi amiga, pero nunca ponía mis pensamientos en acción; hasta que un día se me ocurrió sacarle varias fotografías. Cuando las revelé, puse algunas en un sobre con una tarjera de agradecimiento y se lo envié a mi amiga.
A los dos día me llamó, y me lo agradeció tan profundamente que tuve que preguntarle la razón de su fervor. Un poco renuente, compartió su amarga experiencia conmigo. Me contó que le había dado un rosal a otra amiga en la misma época que a nosotros. Cuando se vieron algunos meses más tarde, la mujer le contó que la planta tenía 17 pimpollos, "pero ni siquiera se ofreció a regalarme uno", recordó mi amiga con nostalgia. Luego el tono de su voz se llenó de vida cuando me contaba que ese mismo día había encontrado el sobre con la tarjeta y las fotos que yo le había enviado. Sus ojos se habían posado en la fotografía que decía que habíamos llamado a la flor Ambrosine en honor a ella. Me dijo que gozosamente se había vuelto a su Padre y orado con este poema: "Rosa de Sarón, gracias por recordarme/ Que debo confiar en ti, y sólo en ti/ Que la fragancia de tu amor se derrame en los que me rodean/gracias por los valles, Señor/ Porque en ellos crezco".
La experiencia de mi amiga me dio una vislumbre diferente de la creatividad de Dios, y tuve que inclinar mi rostro y elevar una plegaria llena de alabanza. Cuando se sentía triste por una rosa que no habían compartido con ella, recibe la carta con las fotografías de otra. ¡Y Dios hace que esto ocurra el mismo día, sólo por ella!
Gracias, Dios y Creador, por las hermosas flores. Ayúdanos a recordar también a los ángeles terrenales que comparten tus maravillas con nosotras
Glenda-mae Greene
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

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