sábado, 6 de febrero de 2010

LA INUNDACIÓN DE 1993

¡Mirad cuan bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! (Salmo 133:1).

El año 1993 será siempre recordado como el Año del Diluvio. Pero, yo prefiero recordarlo como el Año de la Unidad. La compañía donde yo estaba sufrió durante el violento diluvio. Cuando nos obligaron a salir del edificio que alquilábamos, los empleados se unieron para que la compañía continuara funcionando, y eso fue un milagro y una respuesta divina. El presidente de la compañía a menudo agradecía por este milagro en sus oraciones durante las reuniones. Llovió por varios días y el estacionamiento se inundaba cada vez más. El agua se filtraba bajo la puerta del frente y cubría los escalones que se dirigían hacia las oficinas. Ya no podíamos dejar el automóvil en el estacionamiento, y lo teníamos que hacer en el área de un centro comercial. Teníamos que caminar cierta distancia sobre un terraplén antes de que una camioneta nos levantara y nos dejara en la rampa que nos conducía a la puerta principal. Todos trabajábamos en solemne unidad con el fin de continuar procesando las órdenes. En un momento el terraplén se derrumbó, a pesar del esfuerzo dedicado de los empleados, al poner bolsas de arena. Cuando el agua llegó hasta el techo, los hombres construyeron barcas para rescatar los equipos y demás artefactos de la oficina. Lo único que pude salvar de mi escritorio fue la engrapadora, que continué usando hasta que me jubilé. Nos reubicamos en la Sala de Conferencias de un hotel, usando máquinas de escribir alquiladas en vez de las computadoras, para continuar procesando las órdenes. Finalmente tuvimos a nuestra disposición un edificio vacío. Nuevamente surgió la unidad, mientras nos ayudábamos los unos a los otros. Nos sentábamos en sillas de jardín, frente a mesas largas, y trabajábamos en lugares muy reducidos. Sin embargo, nadie murmuraba. Al año siguiente nos mudamos a un edificio nuevo, en el que la unidad y la gratitud continuaron reinando. Cuando estaba por jubilarme, tuve la oportunidad de expresar mi aprecio al presidente por sus oraciones y por el hecho de que nunca hubiese dejado de dar gloria a Dios por salvar la compañía, en la cual trabajaban personas de distintas denominaciones. Mi oración es que mi iglesia pueda mostrar unidad entre los profesos cristianos.

Retha McCarty
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

No hay comentarios:

Publicar un comentario