sábado, 13 de febrero de 2010

NATURALEZA CORRUPTA

Me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo (Romanos 7: 23).

A causa de que como seres humanos estamos saturados del mal en nuestra naturaleza, aunque podemos con nuestra fuerza de voluntad hacer cosas buenas, no podemos ser buenos. El ser buenos implica cambiar nuestra naturaleza, y eso no lo podemos hacer con nuestras propias fuerzas.
Cuando fueron creados nuestros primeros padres, no tenían inclinaciones hacia el mal. Su naturaleza era semejante a la de su Hacedor. Como resultado de la desobediencia, introdujeron un principio que llegó a ser parte de la naturaleza humana; este principio es el pecado, que es rebelión contra Dios.
El pecado se revela en la vida humana por lo menos de dos maneras. Primero, el hombre llega a practicar tanto el pecado que no lo puede vencer; es un amo duro que demanda obediencia. Quisiera liberarse de él, pero no puede. Trata con todas sus fuerzas, pero cae vencido. Su voluntad ha sido quebrantada por el mal. A esto se refería el apóstol Pablo cuando dijo: «No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco [...]. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí» (Rom. 7: 15-20).
La otra forma como el pecado actúa en el ser humano, es corrompiendo su naturaleza, de tal manera que la persona puede hacer lo que Dios pide, pero no lo hace a gusto. Intenta cumplir con lo que Dios requiere en su ley, pero le gustaría hacer algo distinto. En este caso existe la fuerza de voluntad para hacer las cosas, pero la naturaleza corrupta no está a gusto. En el fondo preferiría hacer algo diferente. La naturaleza humana no está en armonía con Dios y no le gusta lo que le agrada a él. No mata, no miente, no roba, no adultera, pero le gustaría hacerlo. Eso revela la corrupción de la naturaleza humana por el mal. No hacemos lo malo, pero no somos buenos.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C

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