jueves, 6 de enero de 2011

JACOB Y SU MADRE

Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando. Génesis 27:8.

Jacob era el hijo preferido de su madre. De carácter tranquilo, su vida transcurría entre los quehaceres domésticos y el cuidado del ganado, aunque había algunas preguntas que rondaban su mente desde hacía largo tiempo y para las cuales no encontraba respuesta: ¿Cómo se cumpliría la promesa de Dios que en él serían "benditas todas las familias de la tierra"? ¿Cómo obtendría la bendición de su padre, si su hermano Esaú era el primogénito?
En cierta ocasión, sobre el mediodía, Rebeca escuchó la voz de Isaac que le decía a Esaú: "He aquí ya soy viejo, no sé el día de mi muerte... tráeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera" (Gen. 27:2-4). Rápidamente Rebeca recordó la promesa divina y se convenció que la misma no tendría cumplimiento si ella no intervenía rápidamente. Hablando a solas con Jacob ideó un plan usurpador y traicionero. El hermano menor se haría pasar por el hermano mayor y así obtendría por engaño lo que no podía obtener con la verdad. Jacob temió seguir el consejo de Rebeca, pero conocía el amor de su madre y sabía de sus buenas intenciones.
¿Qué harías tú si alguno de tus padres te aconseja mentir? Si estás pensando que Jacob era un niño o un adolescente sin experiencia, estás equivocado, porque las Escrituras registran que tenía 40 años cuando vivió este incidente. Como hombre de Dios, Jacob debería haberle llamado la atención a su madre, ya que ella estaba buscando la bendición celestial por medio de un pecado; pero él deseaba enormemente la preeminencia, y cedió por miedo a perderla. Madre e hijo se equivocaron, porque dejaron de confiar en Dios para hacer su propia voluntad.
Siglos más tarde, en sus consejos pastorales el apóstol Pablo expresó: "Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo" (Efe. 6:1). Fíjate que la obediencia a nuestros padres es sumamente valiosa y es parte del quinto mandamiento, pero ella debe sujetarse a la voluntad divina.
Tus padres no están libres de cometer errores o de pecar; por eso, cuando sus consejos se oponen claramente a las enseñanzas de las Escrituras, no dudes un momento en seguir lo que Dios te pide. Si Jacob hubiera confiado en Dios y rechazado el consejo materno, hubiera vivido muchos años más junto a su madre. Recurrir al engaño trajo la triste consecuencia de alejarlo de su lado para no verla nunca más. Hacer la voluntad de Dios siempre resultará en bendición para ti y para tu familia.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

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