martes, 4 de enero de 2011

LÁGRIMAS DE SALVACIÓN

Entonces la mujer de quien era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: ¡Ah, señor mío! dad a esta el niño vivo, y no lo matéis. 1 Reyes 3:26.

En cierta ocasión la madre de una alumna del colegio donde trabajaba pidió una entrevista. Ese mismo día la atendí, y después de un corto diálogo informal me expuso sus problemas familiares. Era la madre de varias hijas y la menor, desde hacía algunos meses, había tomado la decisión de abandonar a Dios y a su iglesia.
La madre no contaba con el apoyo de su esposo no creyente; luchó y oró para que su hija recapacitara sobre la decisión tomada, pero lamentablemente sus ruegos no tuvieron el efecto deseado. No quería darse por vencida, no se rendía a la evidencia que mostraba que su hija estaba rechazando la salvación, por eso recurrió al pastor de la iglesia local, a algunos hermanos de confianza y finalmente a mí. Con dolor me expresó la desilusión y el desencanto que sentía cada día por no poder convencer a su hija, y después de pensar lo que podría ocurrir si Jesús regresara en ese momento, se desahogó llorando por largo tiempo. Me limité a escucharla, sentí que las palabras estaban de más, ya que parecía no existir el término apropiado para darle ánimo y consuelo. Le prometí que hablaría con su hija y luego pensé: "¡Qué tremendo es el amor de una madre!"
¿Por qué lloraba y luchaba esta madre? Porque no quería que su hija perdiera la salvación. En el tiempo del rey Salomón, una madre mostró una actitud similar. Dos mujeres se acercaron al rey para solicitar justicia, ya que ambas aseveraban ser la madre de un pequeño bebé. El rey, con sabiduría divina, hizo traer una espada y amenazó cortar el niño por la mitad y entregar una parte a cada una de ellas, pero "la mujer de quien era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: ¡Ah, señor mío! dad a esta el niño vivo, y no lo matéis". De esta manera el rey Salomón averiguó quién era la verdadera madre y ordenó que ella quedara al cuidado del niño.
Presta atención: Para describir el sentimiento de aquella madre, las Escrituras dicen que "sus entrañas se le conmovieron" cuando supo que su hijo moriría, y ese mismo sentimiento se manifiesta en las madres y los padres cristianos cuando ven que sus hijos abandonan los caminos del Señor. Por eso, no te permitas abandonar el conocimiento de la salvación que ellos te transmitieron. Entrégale hoy mismo tu vida al Salvador, y además de ser salvo, le darás paz y alegría al corazón de tus padres.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

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