viernes, 11 de febrero de 2011

LA DIMENSIÓN DEL AMOR

El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Romanos 12:9.

Leo observó, maravillado, la danza de las extrañas figuras ataviadas con ropas orientales: tres mujeres, moviéndose seductoramente en el palco. Se acercó y vio, con asombro, que eran jóvenes y hermosas. Tenían los ojos verdes, relucientes como las esmeraldas. La imagen de sus cuerpos en movimiento cautivó su mirada durante varios minutos. Al terminar el espectáculo, se acercó a una de ellas. Era morena, de rostro triste. Su tristeza no era coherente con la danza que acababa de presentar.
Fue algo inexplicable. Solo una hora de conversación, y ambos llegaron a la "conclusión" de que estaban profundamente enamorados. Así comenzó una historia de dolor, de angustia y de muerte.
Meses después, Leo no pudo soportar el dolor de verse engañado. Su mundo quedó en tinieblas, y sus emociones, perturbadas, le hicieron cometer un crimen que lo llevaría a la prisión por varios años. Todo sucedió la noche en que ella le confesó que nunca lo había amado; se había casado con él solo por causa de su dinero.
-¿Cómo puedes decir eso, si pasamos tantos momentos maravillosos? -preguntó el joven engañado, al límite de la desesperación.
-Fingí. Simplemente, fingí -fue la respuesta, dura y fría.
Lo que sucedió después lo relataron los periodistas con lujo de detalles.
"El amor sea sin fingimiento", advierte Pablo, escribiendo a los romanos. Él no se refiere solo al amor de una pareja; el consejo sirve para todas las circunstancias que el amor involucra. El amor es el sistema circulatorio de las relaciones humanas. Cuando la sangre llega, sana, a cada miembro del cuerpo, comunica salud y lo capacita para ejercer sus funciones.
Pablo menciona que el amor sano es sincero, auténtico y sin fingimiento. Se muestra como es; no se coloca máscaras. No se esconde; no camina en las sombras; no combina con la penumbra.
Ese tipo de amor no es pasivo, es movido a la acción. Extiende la mano en dirección del necesitado. Renuncia, a veces, en favor del otro. Paradójicamente, el mayor beneficiado no es el amado, sino el que ama.
Por eso, hoy, proponte amar, sin máscaras. Recuerda el consejo sabio: "El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

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