jueves, 10 de febrero de 2011

UNA LECCIÓN DE COMPASIÓN

«¡Compadézcanse de mí, amigos míos [...]!» Job 19:21.

En 1976, se llevaron a cabo una serie de competencias de atletismo para jóvenes con discapacidades mentales en Spokane, Estados Unidos. Llegó el momento de la carrera de 100 metros planos. Los participantes estaban en sus marcas, listos para iniciar la carrera en el momento indicado.
Sonó entonces el disparo de salida y todos comenzaron a correr; cada uno tenía que dar lo mejor de sí para llegar a la meta y ganar. Parecía una carrera sin contratiempos cuando, de pronto, uno de los competidores se cayó. Lo único que supo hacer fue ponerse a llorar. ¡Qué lástima!
Sus compañeros alcanzaron a escuchar el llanto, y lo asombroso fue que un par de atletas, en vez de continuar la competencia, decidieron regresar. No les importó en ese momento la medalla de oro.
El público del estadio estaba a la expectativa. ¿Qué harían aquellos jóvenes? El muchacho seguía llorando. Cuando se acercaron a él, los competidores que regresaron se inclinaron para ayudarlo a levantarse con cuidado, como diciéndole: «No pasó nada, levántate, vamos a continuar. Ya no llores más».
Los espectadores en el estadio, llenos de suspenso siguieron los acontecimientos. Vieron cómo los jóvenes rezagados comenzaron a caminar hacia la meta hasta que la cruzaron, juntos. Todos merecían el primer lugar.
Este acto de compasión nos enseña una gran lección. En todo momento debemos compadecernos de quien cae y ayudarle a levantarse. Es mejor cruzar la meta juntos.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

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