martes, 19 de abril de 2011

RECONOCE TU ERROR

Me levantare e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Lucas 15:18.

Casi de manera natural, cada vez que cometemos un error, lo primero que sale de nuestros labios es una excusa. Parece como si la lleváramos en nuestros genes. Fíjate que cuando Dios le pregunto a Adán: "¿Has comido del árbol que yo te mande no comieses?", Adán le respondió: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí". Después Dios se dirigió a Eva y le dijo: "¿Que es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engaño, y comí" (Gen. 3:11-13).
¡Excusas! La excusa no permite ver la realidad ni el error, no da la oportunidad de ser objetivo, sino que justifica la acción que llevo a la equivocación. Las excusas existen desde que entro el pecado y son el arma perfecta que utiliza el enemigo para que los humanos jamás se retracten de sus faltas.
Si deseas crecer espiritualmente, lo primero que debes hacer es eliminar las excusas. Con la ayuda de Dios, cada vez que cometas un pecado, con humildad y contrición debes presentarte ante él y reconocer tu equivocación. Es posible que el enemigo en ese momento te sugiera alguna explicación, pero no le des lugar, simplemente admite haberte equivocado.
Reconocer el error es el primer paso para obtener el perdón y la consecuente restauración.
El Hijo prodigo, después de haber gastado su fortuna en diversiones, cayo tan bajo como podía caer un hombre, al cuidar cerdos. El que había sido un hijo mimado en casa de su padre, con "abundancia de pan", bien vestido y con un techo que lo cobijara, se encontraba maloliente, sucio, vestido con harapos y con un futuro incierto.
Al encontrarse en esa triste situación, reflexiono y se dijo: "Me levantare e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros" (Luc. 15:18, 19). En toda su reflexión no presento excusas, no pretendió justificarse, simplemente vio la enormidad de su error y lo reconoció.
Todos los seres humanos cometemos pecados, y para recibir el perdón y la consecuente restauración de parte de Dios, debemos comenzar por aceptar que somos culpables. No importa cuán terrible haya sido la falta, no importa lo bajo que hayas caído socialmente, no importa las consecuencias que en el presente estés lamentado; si quieres recibir el perdón divino, reconoce tu equivocación y el Señor olvidara tu error y nunca más se acordara de él.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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