miércoles, 6 de abril de 2011

UN MILAGRO INSUPERABLE

Cuando descendió Jesús del monte, lo seguías mucha gente (Mateo 8:1).

Lo que más me gusta de la Biblia es que puedo situarme mentalmente en cada uno de los escenarios de los sucesos y parábolas que narra y, como si estuviera allí mismo, puedo preguntarme: ¿Lo seguiré yo también? ,¿Por qué debo seguirlo?

¿Te atreves a contestar estas preguntas con respecto a ti misma? Tal vez fuera fácil seguirlo cuando hacia milagros, cuando sanaba enfermos, cuando enseñaba grandes lecciones espirituales con una sabiduría superior a la de cualquier maestro conocido, cuando echaba fuera demonios o cuando hacia calmar tempestades y dominaba el mar. Pero me gustaría saber dónde estaban las multitudes que lo habían seguido, las personas que habían sido sanadas y restauradas por él, o incluso por su manto o por su sombra, cuando Jesús pendía de una cruz. Y lo que es más, me gustaría saber dónde estaría yo en aquel momento. Y dime, ¿dónde crees que te encontrarías tú? ¿Tal vez siguiéndolo por interés, como tantos otros? ¿O tal vez lo más lejos posible del lugar?

Aunque la misma existencia de Jesús era un milagro, el no pretendía únicamente ser el medico que sanara las dolencias o el amigo que nos consolara en nuestras horas más bajas. Jesús quería hacer un milagro más importante en mi vida y en la tuya: restaurar tu alma, transformarnos a su semejanza. Quiere limpiarnos de toda maldad y recibirnos en gloria cuando se manifieste como Rey de reyes y Señor de señores.
Puede ser que hayas experimentado o presenciado algún milagro divino en tu vida o en la de otra persona, pero aunque eso haya sido causa de gozo, es necesario que sepas que lo que él desea es transformarte de una condenada a muerte a una mujer redimida por la sangre preciosa de tu Salvador.

¿Estas dispuesta a dejar que Jesús realice ese extraordinario milagro en tu vida? ¿Aceptaras ese milagro? No dejes pasar la oportunidad de alabar a tu Dios porque él quiere tocarte con su poder restaurador y convertirte en su hija.
El mayor milagro es el que hace Dios en tu corazón.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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