sábado, 11 de junio de 2011

EXTIENDE LOS BRAZOS

Tomó la mano de la niña y le dijo: «¡Talita cumi!» (Que significa: niña, a ti te digo, levántate») Marcos 5:41.

La misión de Cristo en esta tierra era revelar el carácter de su Padre y rescatar del pecado al ser humano; su corazón se conmovía ante el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Son muchos los milagros de Jesús que se registran en la Biblia, y sin duda hubo muchos más que se han quedado en el anonimato.
Creo que una de las pruebas más difíciles que le puede tocar enfrentar a un padre es la muerte de un hijo. Admiro a esas personas que han encontrado fuerza en Dios para superar tan duro revés. Hace algunos años presencié el sepelio de una de las hijas del que era presidente de la Unión Cubana. Aquella mujer había dedicado sus días a anunciar la salvación y había llevado luz a muchos corazones, pero ahora su luz se había apagado. Ella misma había preparado su propio funeral, con la esperanza de la segunda venida. Su padre, su madre y sus hermanos sufrían su pérdida temporal, pero al mismo tiempo mostraban una serenidad, un consuelo y una paz que se alzaban como un pedestal inconmovible y deslumbrante de confianza, fe y gratitud a Dios.
Mientras cantaba los himnos que ella misma había solicitado pensé: «Dios mío, cuan terrible debe de ser pasar por una experiencia similar, pero al mismo tiempo cuan agradecido se siente el corazón al tener la garantía de que la muerte no permanecerá para siempre, porque tu Hijo despertará a los que, como esa mujer, esperan en él».
Por las mismas fechas que mi hijo mayor nació un bebé, primogénito de un pastor, que después de varios días de sufrimiento dejó este mundo para reposar en los brazos de Jesús. ¿Te conmueve la realidad de la muerte? ¿Has perdido temporalmente a un hijo? Se me oprime el corazón al pensar en ese día en que los ángeles reunirán a los hijos con sus padres en ocasión de la segunda venida de Cristo.
Si has pasado por un momento tan doloroso recuerda que Cristo pondrá a tu hijo en tu regazo para que le des un abrazo eterno.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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