domingo, 5 de junio de 2011

LO BUENO Y LO MEJOR (PARTE 2)

En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. Romanos 12:11.

Ayer reflexionamos sobre la diferencia entre ser bueno y ser mejor. Hoy lo haremos sobre una virtud que nos ayuda a ser mejores: la diligencia.
Mientras servía como capellán en un colegio adventista, tuve la alegría de conducir, año tras año, las semanas de celebración relacionadas con la Pascua. En estas semanas procurábamos que cada alumno del colegio recordara los sucesos finales de la vida de Jesús en la tierra: su pasión, muerte y resurrección.
Para evitar repetir las predicaciones y las charlas de cada año, durante los meses de vacaciones escribí pequeñas obras de teatro que mostraran con sus mensajes algún aspecto de la obra redentora de Jesús. No era una tarea fácil. Además de la creatividad y el ingenio, había que pasar tardes enteras frente a la computadora escribiendo los diálogos, procurando que llevaran coherencia y cordura a lo largo de toda la obra. Además había que tener en claro qué mensaje quería dejar. Con esfuerzo y dedicación, después de varias semanas, tenía tres obras de teatro listas para ser presentadas.
Como dediqué las obras a los alumnos, elegí como actores a varios profesores, y nos esforzamos en cada ensayo. El resultado fue satisfactorio. Dios coronó tantos meses de esfuerzo y dedicación con la aceptación plena de parte de los alumnos.
Al concluir las presentaciones, alguien se acercó a pedirme los libretos, ya que como le habían gustado las obras de teatro, deseaba que se representaran en el colegio al que asistían sus hijos. Luego de comentarle del gran esfuerzo invertido al escribir las obras, me negué a compartirlas con ella, aunque eso provocó cierto enojo de su parte por algún tiempo.
A causa de la mediocridad que afecta a muchos, es fácil copiar lo que hacen los demás. Es cómodo pedir el trabajo realizado por otro y querer luego representarlo, evitando así la fatiga de poner en marcha el talento, la imaginación y la perseverancia. Jamás caigas presa de esta actitud. Si deseas ser mejor, procura ser original, deja volar tu imaginación, sueña en grande y trabaja mucho para que esos sueños se hagan realidad. El apóstol Pablo le aconsejó a la iglesia de Roma: "En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor", porque sabía que solo los cristianos diligentes ayudan y benefician a la iglesia.
Que Dios te bendiga hoy, para que así como en tu desempeño estudiantil o profesional, seas también un cristiano diligente.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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