jueves, 28 de julio de 2011

EL DON DE LA TESTIFICACIÓN

Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas. Hechos 5:32.

Hace algunos meses, un joven me escribió una carta en la que me contaba su problema espiritual. Había nacido en un hogar adventista y había participado de todas las actividades de su iglesia. Pero con el paso de los años, vio que esa vida a la que había estado acostumbrado y que veía muy normal no le daba popularidad entre sus amigos.
Ya en la universidad veía imposible contarle a otros que era un creyente sincero, que tenía una vida devocional privada, una vida eclesiástica activa, y que confiaba en un Dios poderoso que guiaba su vida. Con sinceridad me dijo: "¿Cómo puedo hacer, pastor, para vencer la vergüenza y el miedo que siento cuando mis amigos me preguntan por qué no salgo a bailar, o por qué no consumo cervezas? En mi soledad yo me propongo explicarles mi manera de vivir y de ver la realidad, pero luego, al estar con ellos, les sigo la corriente en sus conversaciones y no puedo revelarles mi estilo de vida. Cuando me hacen una pregunta directa, respondo con evasivas o con un pretexto. ¿Qué me aconseja que haga?"
¿Te ha pasado eso alguna vez? ¿Has sentido miedo o vergüenza de revelar a tus amigos o compañeros de estudio la vida religiosa que llevas? Sé que no es sencillo que la gente entienda que los sábados no compramos ni vendemos, que cada día dedicamos tiempo para hablar con Dios y leer su Palabra, y que nos da gusto asistir semanalmente a su casa de oración. Pero más allá de lo que la gente entienda o piense de nosotros, nuestra responsabilidad es contar o testificar sobre nuestra manera de vivir con Jesús.
Si el Señor nos hubiera dejado solos para compartir nuestra fe, los resultados serían pobres; pero en cambio, como está interesado en la salvación de todos, nos aseguró que enviaría al Espíritu Santo para que recibamos poder. La testificación, acompañada del poder divino, ilumina y transforma el alma del pecador. Este don maravilloso es la manera de que nuestras iglesias crezcan y cientos de personas cada día se entreguen a Jesús.
En este día que comienzas, pide fuerza y poder de lo Alto para testificar del amor de Cristo por ti.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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