miércoles, 31 de agosto de 2011

LAS VERDADERAS RIQUEZAS (PARTE 2)

He aquí, yo estoy a La puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre La puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Apocalipsis 3:20.

Las siete iglesias del Apocalipsis representan siete períodos que vivirían los hijos de Dios desde que Jesús ascendió al cielo hasta su segunda venida con poder y gran gloria. Este tiempo que estamos viviendo hoy está representado por la iglesia de Laodicea.
Este período de muchas "luces" y gran discernimiento intelectual y científico, exhibe conocimientos tecnológicos sin precedentes. Se estudian e investigan una infinidad de temas. En las próximas décadas se esperan grandes avances en las comunicaciones, la medicina y la ciencia espacial. Con todo ese conocimiento actual, si el hombre de hoy se compara con el de un siglo atrás, sin lugar a dudas se podría considerar "rico".
Tristemente, a pesar de todo ese conocimiento, el mensaje que perdura, que prolonga la vida y que conduce al cielo, está oculto a la vista de multitudes, sencillamente porque el estudio de la Biblia "no está de moda". Aunque el hombre de hoy diga: "yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad", no sabe que en realidad es un "desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Apoc. 3:17).
¿Qué te quiero decir con todo esto? A lo largo de este mes nos dedicamos a hablar sobre el uso del dinero y del tiempo, y no quiero cerrar este tema sin volver a mencionar que la verdadera riqueza humana consiste en vivir para Dios y para el prójimo. La utilización del tiempo y del dinero con un sentido egoísta solo sirve para un entretenimiento sin horizontes más allá de la muerte. Pero el uso de estos recursos, con Dios en el corazón y poniéndolos en sus manos, es una bendición que supera toda riqueza.
Laodicea creía ser rica por la cantidad de bienes que poseía, pero a la vista divina era muy pobre. No te conformes con el pensamiento laodicense. Acepta la invitación de Jesús que te dice: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". Aceptar esa invitación, es ser realmente rico e invertir correctamente el tiempo.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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