viernes, 16 de septiembre de 2011

HABLANDO CON UN AMIGO

Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío, yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. 1 Samuel 1:15.

Durante los años que enseñé el tema de la oración en colegios adventistas, siempre hubo personas que creyeron que orar era una manera de obtener los deseos caprichosos del corazón al vil precio de una obediencia servil a un "genio". Sin quererlo, muchos alumnos comenzaron a realizar sus oraciones como si fueran una lista de supermercado, donde solo había que "recordarle" a Dios todas las necesidades, y él en algún momento contestaría esas solicitudes.
Pero la oración está muy lejos de ser una "lista de supermercado". Si bien la Biblia no presenta una definición clásica acerca de qué es la oración, las palabras de Ana pueden ayudar a entender esta manera de comunicación. Ella le dijo al sacerdote Eli: "He derramado mi alma delante de Jehová".
Sus palabras coinciden plenamente con la definición que diera Elena G. de White: "Orar es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo" (El camino a Cristo, p. 92).
Cuando estás con un buen amigo, ¿de qué conversas? Quizá hablen de los estudios, del deseo de conquistar una persona del sexo opuesto, de tu futuro, etc. Con un amigo se hacen planes, a veces se habla y otras veces se escucha, se intenta levantarle el ánimo cuando está triste, y nos alegramos cuando él está contento, etc. Con los amigos se habla de todo.
De igual manera debería pasar con nuestro Dios. En nuestras oraciones podemos comentarle los planes que tenemos para nuestro futuro, hablarle de nuestra familia, de los amigos, y por supuesto también presentarle nuestras necesidades. Agustín de Hipona había aprendido a conversar con Dios como si fuera su amigo, y después de haber llevado una vida de libertinaje, al comprender lo que su Amigo requería para su vida, oró: "Dame castidad y continencia" (Historia del cristianismo, t. 1, p. 224). Su oración, lejos de ser una lista de compras, presentaba su incapacidad para servir al Dios del cielo, y con toda sinceridad le expresó lo que deseaba su corazón.
Separa algunos momentos para conversar con Dios sin apuro, como lo harías con un amigo. Cuéntale de tu vida; imagínate que están solos paseando por un parque. Verás que tu oración te elevará hacia Dios.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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