sábado, 17 de septiembre de 2011

PURIFICADA EN EL CRISOL - 2ª PARTE

Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro (1 Pedro 1:22),

Mariza entró como por inercia a un lugar del que provenía una música preciosa. Algo la había empujado a hacerlo, y ella no opuso resistencia. Después de todo, no tenía adonde ir. Aquella noche escuchó cómo alguien relataba su propia biografía, para finalmente hablar del amor y del perdón. Aquellos eran términos que ella no había manejado nunca. Siempre se repetía a sí misma que si la vida le había enseñado su cara diabólica, ella no podía presentarle la de una santa. Pero entonces comprendió que todos sus fracasos no eran más que el resultado de su falta de amor. ¿Cómo amar, si no conocía el amor sin fingimiento y de corazón puro? Noche tras noche, sus pasos la guiaban hasta aquel lugar donde encontraba algo distinto. El Espíritu fue trabajando en su corazón hasta que sintió que tenía fuerzas para obedecer a la verdad. Eran muchos los ajustes que tendría que hacer en su vida, pero no estaba sola.
¿Te has preguntado por qué sufres tanto? ¿Es que acaso tienes que aprender a amar «de corazón puro»? Así como cuentas con un gran amigo que te da tuerzas para salir victoriosa, también recibes las embestidas de un enemigo cruel que lucha por hacer penosa cada jornada tuya en esta tierra. Constantemente adiestra a sus secuaces para que hostiguen tu vida. Aunque esto es una realidad que no puedes obviar, tampoco debes pasar por alto que tienes un Padre amante que va dejando sus pisadas en tu laberinto para que encuentres la salida a cada tentación.
Ahora no solo la vida de Mariza tiene sentido, tú también puedes ser una mujer transformada por el amor puro y redentor de Jesús. Humildemente acepta la corrección divina y cuando las dificultades se presenten sin ser invitadas, levanta tu vista y el cielo te mostrará que hay esperanza y paz para tu vida en los brazos del Altísimo. No esperes que los demás cambien para que tu vida mejore. Esa no es una condición para alcanzar la felicidad. La vida de Jesús no tuvo las condiciones propicias para la felicidad, pero él no solo fue feliz, sino que aseguró tu felicidad.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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