sábado, 17 de septiembre de 2011

LA LEY DE DIOS Y LA ORACIÓN

El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable. Proverbios 28:9.

Imagínate esta situación: Dos hombres planean asaltar un supermercado. Miran la cantidad de guardias armados, las cajas registradoras, las puertas para el posible escape, la cantidad de tiempo que tardará la policía en llegar hasta el lugar después de activada la alarma. Luego revisan sus armas, las municiones, las máscaras, los bolsos donde cargar el dinero, y consultan al chofer que estará esperando para la huida. Una vez que todo está "en orden" y listos para hacer el robo, los dos ladrones y el chofer se arrodillan y oran pidiendo protección y cuidado, para que la "operación" salga con éxito.
¿Crees que Dios escucharía esta oración? Aunque este escenario parezca ficción, muchos cristianos actúan como los ladrones. Viven una vida doble, yendo a la iglesia, y aun orando y leyendo la Biblia, pero tienen pecados ocultos o sin confesar. Están tan habituados a cometer esos pecados, que ya ni sienten que están obrando mal, y luego se preguntan por qué Dios no los escucha y no responde sus oraciones.
Es importante para quienes oran que su vida esté en armonía con la Palabra de Dios. Eso no significa que nunca peques o caigas, pero es diferente tener una caída que vivir en el lodazal del pecado. Déjame explicarte. Supongamos que estás jugando al fútbol y un jugador del equipo contrario te da un puntapié. En el momento de dolor, lo insultas con palabras muy groseras. A la noche, al arrodillarte y orar al Señor, te acuerdas de ese insulto, y le pides perdón por tu descontrol y le ruegas no volver a hacerlo. Este sería el caso de una "caída", pero muy diferente es que estés habituado a decir malas palabras, sin importarte la ocasión o con quién te encuentres; que vivas maldiciendo.
Si bien cada persona puede vivir una vida doble delante de sus semejantes, esa vida no tiene sentido a los ojos de Dios. Para él somos cartas abiertas, y nuestros pecados ocultos a los ojos humanos son visibles para Dios. Las oraciones de quienes tienen una vida doble le producen náuseas al Señor.
Por eso, procura vivir en armonía con la ley divina. Si caes, al inicio de tu plegaria ruega a Dios por su perdón; y cree que te perdonó, porque así lo prometió (1 Juan 1:9). No te permitas tener una vida doble, sino que con paciencia vive como Jesús lo haría, y confía en que tus oraciones serán oídas por el Señor.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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