miércoles, 23 de noviembre de 2011

ACEPTACIÓN DE JESÚS Y UNIÓN A SU IGLESIA

Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Hechos 2:38.

Cuando conocí a Alejandra nunca pensé que se bautizaría. Era una joven simpática, algo extrovertida, que vivía de una manera mundana porque no conocía otra cosa. Comenzó a estudiar la Biblia por indicación de su madre, y poco a poco comenzó a identificarse con las creencias adventistas. Al asistir a un bautismo como visita, pasó al llamado que el pastor realizó desde el frente, mostrando así su deseo de bautizarse.
En su hogar me preguntó: "Pastor, ¿qué debo hacer para bautizarme?" Le expliqué que estaba siguiendo los pasos correctos al estudiar la Biblia sistemáticamente; pero tenía un gran obstáculo: el cigarrillo. "Necesitas abandonar ese vicio para que te bautices e ingreses a la iglesia". Quedó pensativa, pero no me dio respuesta. Días más tarde, mientras estaba dando una semana de cosecha en la iglesia de esa localidad, al término de una reunión me dijo: "Pastor, hace doce días que no fumo y no lo voy a hacer más. ¿Me puedo bautizar el sábado?" Yo no puedo expresar totalmente la alegría que sentí en ese momento al ver la obra maravillosa que el Espíritu Santo había realizado. Al finalizar ese año, Alejandra dio muestra pública de aceptar a Cristo como su Salvador y llegó a ser parte de nuestra iglesia.
El bautismo bíblico es necesario para la salvación (Mar. 16:16), porque a través de este rito sagrado la persona da testimonio de haber aceptado a Jesús como el Salvador de su vida y también recibe el perdón de sus pecados. Muchas personas piensan que no tiene importancia pertenecer a una iglesia, que si son "buenas" entonces Dios les dará igualmente la salvación. Pero las Escrituras difieren enormemente de esa manera de pensar. Cuando los hombres de Israel se sintieron lejos de Dios y culpables de la sangre de Cristo, preguntaron: "Varones hermanos, ¿qué haremos?" Pedro, con absoluta seguridad, les respondió: "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados". El resultado: "Los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas" (Hech. 2:37, 38, 41).
Quienes se bautizan reciben el perdón de sus pecados (porque aceptaron a Cristo como Señor de sus vidas) y sus nombres son añadidos a la iglesia remanente. Y tú, ¿ya diste este gran paso para tu salvación? Si no es así, no dejes pasar el tiempo. Decide hoy mismo entregarte a Cristo.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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