domingo, 27 de noviembre de 2011

¡PRESENTE!

Entonces verán al Hijo del hombre que vendrá en una nube con poder y gran gloria (Lucas 21:27).

¡Oh qué gran día será ese en el que Cristo rescate a un pueblo sufriente y lo convierta en triunfante! Me emociona pensar que cada vez está más cerca. ¿Escuchas ya el cántico de victoria? Los ángeles preparan sus trompetas. I.as ropas reales estás listas. Cristo muy pronto se quitará sus vestiduras sacerdotales y anunciará su regreso a la tierra. Cierra los ojos y contempla la gloriosa escena. ¿Anhelas estar en pie, con los brazos abiertos, para recibir a tu Salvador, aunque todo a tu alrededor sucumba?
El apóstol Juan describe aquel acontecimiento con las siguientes palabras: «Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo y ningún lugar se halló ya para ellos» (Apoc. 20: 11). Sí, de la presencia de Dios huye todo cuanto esté contaminado por el pecado. Todo el escenario demanda pulcritud, perfección y limpieza. ¿Encajamos tú y yo en ese escenario? Y «en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados» (1 Cor. 15: 52).
A veces pensamos que Dios pide demasiado de nosotras. La perfección es algo que no podemos alcanzar y con frecuencia caemos en el desánimo. Nos pesa la respuesta dura que le dimos a nuestro esposo o la injusticia que cometimos con nuestros hijos. Cargamos las culpas de nuestros errores y pensamos que así es imposible presentarse delante de Jesús en aquel majestuoso día. Pero, hermana mía, lo más maravilloso del plan de salvación consiste en que Dios comprende nuestra flaqueza. Él conoce nuestra fragilidad y hace todo lo que su amoroso corazón puede para que nos encontremos con él. ¿Te alienta saber que Dios es así? Para mí es un bálsamo de paz.
Lo importante es caminar cada día más cerca de Jesús. El está dispuesto a darnos la fuerza para vencer nuestros rasgos de carácter tan profundamente arraigados. Con Cristo no hay derrotas. Cuando hayas llegado a tu límite, él podrá seguir por ti. Confía y prepárate.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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