sábado, 4 de febrero de 2012

¿TEORÍA O PRÁCTICA?

«Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9).

Hay cristianos teóricos y cristianos prácticos. Un cristiano teórico entiende la verdad; un cristiano práctico la vive. Si no se vive de manera práctica, la sola comprensión de la verdad o sus principios carece de significado. Ser «pacificador» no significa sentarse y elaborar una teoría sobre qué es ser pacificador.
Ser pacificador implica ponerlo en práctica en cualquier circunstancia de la vida cotidiana, teniendo en cuenta que la vida cotidiana es, precisamente, la que vivimos en el hogar. No pienso disculparme por decirlo de manera directa. Empiezo con una pregunta. ¿Qué significa ser pacificador en el hogar? En primer lugar, significa que se aprende cuándo es preciso callar. Bastaría con que supiéramos controlar la lengua para que en casa, e incluso en la iglesia, se redujeran las discusiones y las tensiones de manera considerable. El apóstol Santiago propone un ejemplo práctico. «Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse» (Sant. 1:19). En otras palabras, cuando alguien es desagradable con nosotros tendemos a responder del mismo modo. El pacificador no actúa de ese modo.
El pacificador no reacciona con palabras que sabe que harán daño. Sabe que no vale la pena herir a las personas. El pacificador controla sus palabras. A menudo, siente la necesidad de decir cosas que, en aras de la paz, calla.
Con frecuencia, escuchamos el comentario: «No puedo tolerar que esa persona me hable de ese modo. Le diré cómo me siento». ¿Qué pasaría si todo el mundo tuviera esa actitud? ¿Terminarían algún día la discordia y la venganza? No, hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar. El pacificador sabe cuándo tiene que hablar. Si lo que va a decir trae paz, habla; si no, calla.
Cuando el pacificador se encuentra ante alguien que está enojado, mira a Jesús, quien, «cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente» (1 Ped. 2:23). Imagine un hogar y una iglesia en los que todos fuesen pacificadores. (Basado en Mateo 5:9)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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