viernes, 24 de febrero de 2012

¿UN MILLÓN DE SAPOS?

Por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? Mateo 6:27.

Wayne Rice, escritor de temas para jóvenes, cuenta la historia de un granjero que fue al restaurante del pueblo y ofreció vender un millón de sapos. Al escuchar la oferta, el dueño del negocio, asombrado, preguntó:
—¡Un millón! ¿Y dónde conseguirá usted tantos sapos?
—En un pozo que hay cerca de mi casa —respondió el granjero—. Cuando cantan de noche, me vuelven loco.
Los dos hombres acordaron la entrega de quinientos sapos por semana, para comenzar.
Al cabo de unos días el granjero regresó al restaurante. Con rostro avergonzado, colocó sobre el mostrador dos sapitos tan escuálidos que cabían en la palma de su mano y todavía sobraba espacio.
—¿Y qué pasó con el millón de sapos? —preguntó el dueño del restaurante. Pues, verá... Solamente había dos, ¡pero hacían tanto ruido como un millón! (More Hot Illustrations for Youth Talks [Más ilustraciones actuales para charlas con los jóvenes] p. 23).
Me pregunto si no nos pasa a veces como al granjero de la historia. ¿Te ha ocurrido? Donde hay apenas dos miserables sapos, crees escuchar un millón. No jugaste bien en el partido de fútbol, y ya crees que el mundo se derrumba. El muchacho que te gusta no te presta atención, y ya piensas que la vida es cruel contigo. Tienes problemas con una materia en el colegio, y sientes que careces de suficiente materia gris para los estudios.
Quizá ahora mismo tengas algún problema con tus padres, tu novio, tu mejor amiga o tu salud. No le des más importancia de la que tiene. Quizás es un escuálido sapito al que le estás prestando demasiada atención, y en las noches se escucha como si fuera un millón. Por lo demás, ¿no tienes acaso en el cielo a un Padre amante, que conoce la carga que oprime tu corazón en este mismo Instante?. Si este es el caso, ¿qué tal si haces lo que dice el himno? «Cuando estés cansado y abatido dilo a Cristo, dilo a Cristo...»
Padres celestial, ayúdame a dar a cada cosa la importancia que tiene. Y cuando los problemas parezcan abrumarme, recuérdame que nunca estoy solo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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