jueves, 1 de marzo de 2012

LO QUE SIEMBRA…


No se engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha. Gálatas 6:7.

Te propongo una rápida adivinanza bíblica. Trata de descubrir a qué personaje bíblico me refiero: ¿Qué rey de Judá nunca debió haber nacido?
Aquí va una pista: Fue el rey que gobernó por más tiempo (¡55 años!). Otra pista: Fue el más perverso de todos los reyes del pueblo de Dios, pero al final de su reinado se arrepintió.
Me refiero, por supuesto, a Manases, hijo de Ezequías (2 Crón. 33:1-20 y 2 Rey 21:1-18). Manases nació durante los quince años adicionales que Dios le sucedió a su padre Ezequías, quien, después de enterarse de que debía morir, oró a Dios pidiéndole que le conservara la vida (Isa. 38). Si Ezequías hubiera muerto cuando Dios así lo dispuso, Manases no habría nacido.
Manases reconstruyó los altares paganos que su padre Ezequías había derribado, adoró a los astros del cielo, sacrificó en el fuego a sus hijos, practicó la magia, la hechicería y la adivinación; y consultó a espiritistas. Las Escrituras resumen su perverso reinado en estas palabras: «Descarrió a los habitantes de Judá y de Jerusalén, de modo que se condujeron peor que las naciones que el Señor destruyó al paso de los israelitas» (2 Crón. 33:9).
¡Peor, imposible! Pero un día ocurrió algo interesante. Manases fue capturado por el ejército asirio y llevado cautivo a Babilonia. Entonces sí se acordó de Dios. En medio de su angustia se arrepintió y, ¿qué crees que sucedió? Pues Dios lo perdonó y lo restableció en su reino. ¡Así de grande es el amor de Dios!
Manases quedó tan agradecido a Dios, que durante los últimos años de su reinado trató de deshacer el mal que había hecho, pero ya era demasiado tarde. La maldad se había extendido en el pueblo al igual que lo hace el cáncer cuando no es detectado a tiempo.
Este rey aprendió muy tarde la lección que tú y yo podemos aprender hoy, para evitamos así muchos sufrimientos innecesarios: Lo malo que hacemos hoy tiene consecuencias mañana. Es verdad, podemos arrepentirnos (siempre y cuando la muerte no nos sorprenda en el acto), y Dios podrá perdonarnos, pero no podremos impedir las consecuencias de nuestras malas acciones.
¿En conclusión?
¡ES MEJOR EVITAR EL PECADO
QUE ENFRENTAR SUS CONSECUENCIAS!
Amado Dios, examina mi corazón, y si encuentras pecado en él, dame poder para vencerlo, antes de que sea demasiado tarde.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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