domingo, 18 de marzo de 2012

¿A QUIÉN QUIERES AGRADAR?

Vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Colosenses 1:10, NVI

En su excelente obra The Moral Compass (La brújula moral, pp. 221, 222), William Bennet cuenta que un hombre, su hijo y un burro de carga iban rumbo al mercado. Caminaban delante del burro, cuando en el trayecto se toparon con un granjero.
—¿Cómo se les ocurre ir caminando hasta el pueblo? —les preguntó el granjero—. ¿No deberían montarse en el burro?
—La verdad es que no había pensado en eso —respondió el padre. Entonces, colocó a su hijo sobre el animal y siguieron su camino. Al poco rato, pasaron cerca de un grupo de hombres.
—¡Miren eso! —dijo uno de ellos—. El muchacho va sentado en el burro, mientras su padre va caminando. ¿No les parece que ese jovencito es muy perezoso?
Al escuchar estas palabras, el padre le pidió al joven que se bajara para subirse él en el burro. Pero no habían avanzado mucho cuando unas mujeres gritaron.
—¿Habían visto alguna vez a un hombre tan flojo? Mientras él va cómodamente sentado, el muchacho se fatiga caminando.
El hombre no sabía qué hacer. Quería complacer a la gente, pero hasta ahora sus esfuerzos habían fracasado. «Ya sé lo que voy a hacer —pensó—. Vamos a sentarnos los dos en el burro», le dijo a su hijo. Y así hicieron. Pero la sorpresa fue grande cuando, entrando al pueblo, escucharon las críticas de la gente.
—¿No les parece un abuso —les dijeron— que el pobre burro tenga que cargar con ustedes dos?
Y ahora sí que el pobre hombre estaba confundido. ¿Qué podía hacer? Buscó un palo largo y amarró las patas del burro en cada uno de sus extremos. Mientras él agarraba un extremo del palo, el hijo sostenía el otro. Con mucho esfuerzo, lograron levantar al burro, pero mientras pasaban sobre el puente, ocurrió lo inesperado. Las cuerdas que sostenían al burro del lado del joven se soltaron. Asustado, el muchacho soltó el palo, el burro rodó y finalmente cayó en el río, donde tristemente se ahogó.
Mientras pensaban en lo sucedido, el padre pronunció las siguientes palabras:
—Hijo mío —dijo— hoy hemos aprendido una importante lección:
EN LA VIDA ES IMPOSIBLE, COMPLACER A TODO EL MUNDO.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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